El presunto asesino de Tirso de Molina y su cómplice son delincuentes reincidentes y habituales del barrio, viejos conocidos de la Policía
Este jueves pasan a disposición judicial los dos sospechosos del asesinato de Concha, la dependienta de una tienda de ropa en la madrileña Plaza de Tirso de Molina. Ambos detenidos, una pareja española, tienen múltiples antecedentes delictivos.
Los primeros testimonios apuntaban a un magrebí, de los que generan gran parte de la criminalidad del barrio, como sospechoso del crimen. Al día siguiente, la Policía detuvo en la calle Atocha, a unos metros del lugar del crimen, a un sujeto de 58 años y nacionalidad española llamado Jesús, delincuente reincidente que solía merodear por la zona.
La Policía también arrestó a la pareja del navajero, llamada, de 56 años y también española, sospechosa de ayudarlo en el crimen. Según fuentes policiales que recogió Europa Press, la mujer era la cómplice del criminal, porque durante el robo ella vigilaba en el exterior de la tienda para alertar en caso de aparecer la Policía.
Localizado gracias a las cámaras de seguridad
La víctima, de 61 años, se resistió al atraco y el navajero la apuñaló en el abdomen. Cuando el criminal salió del comercio con la ropa ensangrentada, la pareja escapó en diferentes direcciones para reunirse posteriormente.
Un transeúnte de la plaza encontró a la víctima en el suelo, acuchillada. Los hosteleros del lugar acudieron, ante los gritos del testigo, y uno de ellos detuvo a un coche patrulla que circulaba en las inmediaciones.
A pesar de los primeros auxilios que prestaron los agentes, los navajazos eran mortales y los sanitarios de Samur-Protección Civil solo pudieron certificar el fallecimiento de la víctima.
Las cámaras de seguridad de la tienda y de la zona resultaron fundamentales para que la Policía identificase al criminal y procediera a su detención. Las grabaciones de las cámaras y las huellas del tirador de la puerta del comercio señalarán el grado de complicidad de la individua en el asesinato la huida y el posterior encubrimiento.
LA BANDERA y los criminales políticamente correctos
Las terminales izquierdistas conectaron sus altavoces mediáticos, porque el navajero detenido por el crimen de Tirso de Molina era español. De silenciar la presunta autoría, cuando los primeros testigos apuntaban a un magrebí, pasaron a publicar hasta el último dato conocido y, de paso, criticar a quienes alertan de la realidad: la explosión de criminalidad que sufre España por delincuentes de origen africano.
En LA BANDERA no nos repugna la prensa progresista, porque ofrezca información con pelos y señales de criminales políticamente correctos (nacionalidad y origen español, a ser posible relacionado con algún fetiche izquierdista sobre la derecha), sino porque no aplican ese rigor cuando se trata de criminales que demuestran la falsedad de los eslóganes buenistas de sus pagadores.
Desde el punto de vista periodístico, ocultar que ciertos barrios son peligrosos por razones ideológicas, porque los delitos violentos los cometen africanos, y vender esa zona como un modelo de convivencia lo único que consigue es que las personas que lean esa información -y se la crean-, literalmente arriesguen su vida al no tomar precauciones por culpa de la propaganda izquierdista.
En LA BANDERA concebimos que, salvo que perjudique una operación policial en curso, no existe información sobre un delito que deba ocultarse a la ciudadanía. Igual que sería estúpido -y peligroso- diagnosticar y tratar una enfermedad ignorando parte de los síntomas por conveniencia ideológica, la lucha contra el delito se cimenta en conocer hasta el último dato con el fin de crear medidas acordes con la amenaza que sufre la sociedad.