Nuestro país nos regala estas conjunciones naturales realmente bellas, únicas e imprescindibles para hacer un viaje este otoño 2024
La revista ‘Viajes’ de National Geographic acaba de recopilar, en un especial, esas siete grandes maravillas naturales de España; un recorrido a través de los escenarios más impresionantes del país entre selvas islas y volcanes que hacen única a toda nuestra geografía.
Como apunta esta prestigiosa publicación para justificar la elección de estas maravillas, el siete es el número mágico que representa al Universo; resulta de la suma del tres, que es el número de lo divino y perfecto, y del cuatro, que es lo terrenal. El siete además era el número perfecto para Pitágoras. Y el séptimo fue el día en que Dios descansó después de haber hecho su obra perfecta.
Y en España el siete nos trae estas siete conjunciones naturales bellas, únicas e imprescindibles para hacer un viaje este otoño 2024 y que aquí, en LA BANDERA, te relatamos a continuación.
Ordesa y Monte Perdido
Dicen que es la meca del alpinismo ibérico. Para los buscadores cuenta con fósiles marinos a tres mil metros de altitud. Para los melancólicos: los últimos hielos perpetuos del Pirineo derritiéndose en cascadas infinitas. Para los de las emociones fuertes: paredes con clavijas suspendidas sobre el vacío y fajas estrechísimas. Para las familias: caminos llanos en paralelo a pozas color turquesa, como salidas de una película de fantasía. Por no hablar, apunta National Geographic, “de sus bosques húmedos que deliran en otoño, sus manadas de sarrios asustadizas, sus marmotas silbando, sus bellísimas floraciones de alta montaña…”
Timanfaya
Parque Nacional en Lanzarote, recorrido un una carretera que sse sumerge en estos paisajes a veces tétricos. Hace ya dos siglos que Lanzarote vivió su última erupción volcánica, pero aquí todavía hay zonas en las que se superan, atención, los 500 grados de temperatura. En su peor episodio, a principios del siglo XVIII, ríos de lava corrieron por la isla durante seis largos años hasta cubrir un cuarto de su superficie. El nuevo manto de roca viscosa, en su tedioso proceso de enfriamiento, resultó en un catálogo inabarcable de formas caprichosas que transitan del negro al rojo, y por las que de vez en cuando osa aflorar algún valiente vegetal. “Ya fuera de los límites del parque, pero todavía en las faldas de unos conos volcánicos no tan viejos, los viñedos de Lanzarote son la prueba de que fuego y vida no distan tanto”.
Garajonay
Tan solo un par de islas más allá, la Gomera es el ejemplo perfecto de qué sucede si a un fértil suelo volcánico le concedes humedad y tiempo. En este caso, se calcula que hace ya tres millones de años que la isla no ha experimentado ninguna erupción, así que el paisaje ha tenido tiempo de sobra para la erosión de barrancos muy profundos. Aquí disfrutamos de selvas bañadas por las nieblas; “bosques de ambientes fantasmagóricos, de nuevo tétricamente irresistibles”.
Doñana
Una bahía que ha terminado convertida en una “caótica y misteriosa amalgama de marismas donde los atardeceres y los amaneceres se escriben con mayúsculas”. Más de 300 especies de aves migratorias pasan por aquí cada año, y en sus momentos álgidos, la población de estas supera con creces la de la mayoría de capitales de provincia de España. Su fragilidad solo es superada por su delicadísima belleza, dicen en National Geographic.
Picos de Europa
Suponen “una variedad insospechada de ecosistemas sin apenas desplazarse en horizontal, solo en vertical. Es una especie de viaje del cielo al infierno, tan solo que en Picos de Europa el infierno está arriba, en esas cumbres escarpadas y crueles donde cualquier gota de agua es absorbida hasta las profundidades de la tierra, y sin embargo el cielo está abajo, donde toda la humedad que absorben las cimas chorrea por sus poros y se convierte en alguna de las gargantas más verdes y copiosas de la península”. Pero tampoco hace falta sufrir para disfrutar de esta reserva: entre los 2.650 metros de Torre de Cerredo y los escasos 300 metros de las partes más bajas del cañón del Cares, también podemos disfrutar paseando por alguno de sus muchísimas e idílicas praderas de montaña.
Ses Illetes
Una lengua de arena blanquísima se adentra en un mar zafiro y roza la isla virgen de Espalmador. El conjunto nos brinda el paradisíaco placer de caminar sobre su arena y culminar la aventura nadando hasta alcanzar este islote, que con una laguna interior. La “playa de las playas de Baleares” tiene también secretos guardados bajo la superficie de sus aguas: al blanco y al azul, se suma el verde de las praderas submarinas de Posidonia, una especie endémica del Mediterráneo que alberga una gran biodiversidad y protege las costas de la erosión.
El flysch de la costa de Gipuzcua
Eran los acantilados de Zumaia o de Deba, pero desde que se estableció el Geoparque de la Costa Vasca de la Unesco, ahora está más de moda llamarlos ‘flysch’: una formación geológica provocada por una sedimentación rítmica, “casi milagrosa, en la que se alternan capas de roca blanda y dura hasta formar una milhojas pétrea que, tras elevarse o desplazarse por el choque de placas, comienza a erosionarse de forma desigual”. Entre Mutriko y Zumaia, a lo largo de 13 kilómetros de costa cantábrica, “podemos disfrutar de uno de los fenómenos que mejor aúnan belleza para las masas con información para los geólogos”.








