La naturaleza en nuestra geografía se revela fértil, hermosa y atractiva, idónea para visitar este puente, en estas Navidades o a lo largo del próximo año
La revista Viajes National Geographic ofrece un listado de esos siete lugares mágicos, únicos e inolvidables que se pueden encontrar en nuestra geografía; siete ‘maravillas naturales’ imprescindibles que se deben visitar si eres un amante de la naturaleza. Y si estás de puente, aprovecha y descubre alguna de ellas, si aún no lo has hecho.
Son siete, porque siete es el número mágico que representa al Universo en su totalidad, como dicen en National Geographic. Resulta de la suma del tres (el número de lo divino, lo perfecto) y del cuatro (el número de lo terrenal, con sus cuatro elementos y sus cuatro puntos cardinales).
Y sí, “son maravillosas estas siete criaturas de la naturaleza que dejan claro que España es pura diversidad”, explica el periodista de viajes y realizador de guías, Miguel Cuesta: Ordesa, Timafaya, Garajonay, Doñana, Picos de Europa, Ses Illetes, el flysh de la costa de Guipúzcoa,
Ordesa y Monte Perdido
Es la meca del alpinismo ibérico donde puedes encontrar fósiles marinos a tres mil metros de altitud, los últimos hielos perpetuos del Pirineo derritiéndose en cascadas infinitas o paredes con clavijas suspendidas sobre el vacío y fajas estrechísimas. Te puedes encontrar “caminos llanos en paralelo a pozas color turquesa o bosques húmedos que deliran en otoño, sus manadas de sarrios asustadizas, sus marmotas silbando, sus bellísimas floraciones de alta montaña”, explica Miguel Cuesta. Sin olvidar sus vertiginosas paredes de roca.
Timanfaya
Paisajes irresistibles los de este parque nacional. Hace ya dos siglos que Lanzarote vivió su última erupción volcánica. pero aquí todavía hay zonas en las que, a tan solo 13 metros de profundidad, se superan los 500 grados. Y fuera de los límites del parque, pero todavía en las faldas de unos conos volcánicos no tan viejos, se hallan los prestigiosos viñedos de Lanzarote.
Garajonay
La Gomera es el ejemplo perfecto de qué sucede si a un fértil suelo volcánico le concedes humedad y tiempo, explica Miguel Cuesta. Se calcula que hace ya tres millones de años que la isla no ha experimentado ninguna erupción, así que el paisaje ha tenido tiempo de sobra para la erosión de barrancos muy profundos. Pero lo más característico de Garajonay son sus selvas bañadas por las nieblas, que vienen a ser una reliquia de la Era Terciaria, cuando un clima más húmedo y estable se imponía por los continentes.
Doñana
Las marismas del Guadalquivir tienen la gran peculiaridad de que no hay forma de trazar la línea en la que termina el río y empieza el mar; una bahía que ha terminado convertida en una “caótica y misteriosa amalgama de marismas donde los atardeceres y los amaneceres se escriben con mayúsculas”. Más de 300 especies de aves migratorias pasan por aquí cada año y “su fragilidad sólo es superada por su delicadísima belleza”, señala Miguel Cuesta.
Picos de Europa
Un paisaje natural repleto de “cumbres escarpadas y crueles donde cualquier gota de agua es absorbida hasta las profundidades de la tierra”. Pero tampoco hace falta sufrir para disfrutar de esta reserva: entre los 2.650 metros de Torre de Cerredo y los escasos 300 metros de las partes más bajas del cañón del Cares, “también podemos disfrutar paseando por alguno de sus muchísimas e idílicas praderas de montaña”, comenta el periodista especializado.
Ses Illetes
Una lengua de arena blanquísima, un conjunto natural que “nos brinda el paradisíaco placer de caminar sobre su arena y culminar la aventura nadando sobre aguas someras hasta alcanzar este islote”. Se trata de “la playa de las playas de Baleares” sumada al verde de las praderas submarinas de Posidonia, una especie endémica del Mediterráneo que alberga una gran biodiversidad.
El flysch de la costa de Guipúzcoa
Son los acantilados de Zumaia o de Deba. Ahora está más de moda llamarlos flysch. Se trata de una formación geológica, entre Mutriko y Zumaia, provocada por una sedimentación rítmica en la que se alternan capas de roca blanda y dura hasta formar una milhojas pétrea que comienza a erosionarse de forma desigual. Son 13 kilómetros de costa cantábrica.








