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Palestina, derechos LGTBI y su puta madre

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Sí, tenemos una nueva guerra en el mundo y, sí, tenemos de nuevo la misma hipocresía de siempre por parte de los de siempre. El conflicto de Israel y Palestina lleva décadas causando miles de muertos en ambos bandos, pero es importante abandonar la equidistancia y distinguir entre lo que es un grupo terrorista y una democracia liberal aceptada por todo el mundo libre.

Aunque no es eso de lo que vengo a hablar, ya que cada uno puede tomar parte de lo que quiera y tener la opinión que le apetezca o considere correcta, no vengo a traerte la verdad absoluta, no es mi intención. Pero sí hay algo que hace que revuelva hasta límites que mi estómago pocas veces ha conocido, ya que me toca especialmente de cerca, pues yo, homosexual (maricón, bujarra, sidoso y sarasa para los acólitos del progresismo) llevo años recibiendo críticas por parte de la mugrienta e hipócrita izquierda gayfriendly por apoyar unas ideas y votar a un partido que ellos consideran que atenta contra “mis derechos LGTBI”.

Recalco y enfatizo en lo de “consideran” porque es rotundamente falso, pues ya sabemos que nuestra siniestra necesita siempre el fantasma del fascismo homófobomachistaracistapatriarcal. Siempre he aguantado esas críticas de forma estoica a pesar de señalar continuamente sus contradicciones al apoyar religiones que detestan a los homosexuales o proferir contra mí los insultos más homófobos que he recibido jamás, pero si en algún momento se ha visto la cara B de esta basura roja, aunque realmente debería ser la cara A, es en estos días con esta guerra en Oriente próximo.

Nos encontramos actualmente con un dato muy curioso. Ese partido tan nazi, seguidor de las tesis del fascismo más puro y marcadamente hitleriano, ha tomado parte posicionándose a favor de Israel, de los judíos; y aquellos declarados antifascistas han celebrado el asesinato y la decapitación de bebés judíos a manos de los terroristas palestinos.

La izquierda debe de tener las posaderas en carne viva de tanto cabalgar contradicciones

Pero no solo eso, ellos, que me acusan a mí de apoyar partidos “que quieren destruir los derechos LGTBI”, son los que defienden a capa y espada a un “Estado” que condena a muerte a los homosexuales, los decapita, los lanza desde un sexto piso o la cuelga de las grúas hasta que se les rompe el cuello o mueren asfixiados.

En cambio, en Israel, ese Estado genocida del cual se alegran que maten a la población judía porque lo mejor que les puede pasar es que quepan en el cenicero de un coche, tal y como decía aquel concejal de Carmena, los homosexuales pueden pasear libremente por las calles, agarrados de la mano, besarse y celebrar el orgullo LGTBI más grande del mundo, el de Tel Aviv.

Es curioso también que en la manifestación a favor de Palestina celebrada hace unos días en la Puerta del Sol de Madrid, podías encontrar todo tipo de trapos: banderas de Palestinas, por supuesto, banderas comunistas, banderas de la Segunda República… etc. Pero lo que fue imposible encontrar fue una bandera LGTBI de esas que tanto les gusta ondear en cualquier manifestación. Se ve que no era el momento de pedir derechos para la comunidad homosexual, aunque sí aprovechen para hacerlo en las concentraciones por la sanidad pública, por ejemplo.

Quizás sí era el momento para reclamarlo en un país donde te rajan la yugular por amar a alguien de tu mismo sexo y no en un país como el nuestro donde, en ocasiones, los LGTBI tiene hasta más derechos que alguien que comete el terrible pecado de que le atraiga el sexo contrario.

En definitiva, la izquierda debe de tener las posaderas en carne viva de tanto cabalgar contradicciones, pero lo más sorprendente de todo es que aún hay miles de personas que siguen comprando cada bazofia ideológica y cada ocurrencia hipócrita que sale de su apestosa boca. Pero hay algo que nunca debes olvidar, estar en contra de ellos es estar en el lado correcto de la Historia.

1 Comment

  1. Manuel Guillén Tudela
    octubre 31, 2023 @ 7:53 pm

    Lo de Israel con Palestina o viceversa es el cuento de nunca acabar, aunque de cuento no tenga nada, más bien de pesadilla. Pesadilla que dura desde 1948 cuando se fundó el Estado de Israel. Nuestra por desgracia izquierda, siempre tan cainita y miserable, cabalgando contradicciones. Como decía mi madre “no se pueden pedir peras al Olmo”.

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