Este escritor y abogado contrajo polio a los seis años y, desde entonces, permanece tumbado dentro de una caja que le permite respirar
Paul Alexander es norteamericano y una de las últimas personas en el mundo que todavía depende de un pulmón de acero. Su vida es una historia de lucha y resistencia como pocas veces se ha visto.
Contrajo polio a los seis años, en 1952, una enfermedad que le provocó parálisis en todo el cuerpo. Se sometió a una traqueotomía en el hospital, pero su diafragma no podía funcionar. Para solucionar esto, los médicos lo ‘encerraron’ en un pulmón de acero: un ventilador que le ayuda a respirar.
El enorme aparato fue inventado en la década de 1920 en Estados Unidos, cuando las salas de los hospitales se llenaban de pacientes enfermos de polio, un brote agresivo entre la ciudadanía que se extendió hasta los años 50.
El pulmón de acero es una cápsula hermética que succiona oxígeno a través de presión negativa, lo que permite que los pulmones se expandan y que el paciente respire. Es un tubo cilíndrico grande, pesado y requiere que la persona que lo usa permanezca abrochado en su interior.
El pulmón de acero ya apenas se usa
Este aparato hoy es muy poco usado. La mayoría de los pacientes con parálisis de los músculos respiratorios usan ventiladores mecánicos que empujan el aire dentro de las vías respiratorios con presión positiva. Por ello, Alexander es una de las últimas personas vivas en el mundo que todavía se encuentra dentro de un pulmón de estas características. El Libro Guiness de los Récords incluso lo reconoció por pasar la mayor cantidad de tiempo dentro de la máquina.
Hacia 1959, unos 1.200 estadounidenses dependían de un pulmón de hierro para mantenerse con vida. Esas enormes máquinas se volvieron menos debido a la distribución generalizada de la vacuna contra la polio. Ya en 1979, Estados Unidos fue declarado libre de poliomielitis, y para 2014 solo quedaban 10 estadounidenses usando un pulmón de hierro. Hoy apenas hay dos: otro paciente y Paul Alexander.
La curiosa vida de este norteamericano la ha contado él mismo a través de entrevistas en medios y con la publicación de un libro biográfico. “Como odiaba simplemente ver televisión todo el día, comencé a estudiar y me gradué en la escuela secundaria con honores”. Luego alcanzó el doctorado en Leyes en la Universidad de Texas en 1984. Logró su objetivo: graduarse en Derecho y convertirse en abogado.
Mientras estudiaba la carrera, Alexander conoció a una mujer llamada Claire con la que mantuvo una relación sentimental que finalmente no llegó a fraguar. Sí dio con una compañía a largo plazo junto a Kathy Gaines, quien ha estado cuidando de él desde los años 80. Además, vive en el mismo edificio de departamentos. Se llama Gaines y es ciega debido a la diabetes de tipo 1.
El hombre del pulmón de acero trabajó décadas como abogado
Alexander ha pasado décadas trabajando como abogado y en algunos momentos hasta pudo lograr que lo desconectaran del pulmón de acero, pero ahora de nuevo depende las 24 horas del día de la máquina. Además de Gaines cuenta con una persona: Brady Richards, un mecánico local que le reconstruyó su pulmón de hierro original. “Mi vida se hubiera ido por la cañería de no haber sido por él”, ha llegado a decir Alexander.
Este hombre vive en posición horizontal y con su cabeza apoyada sobre una mesa del extremo; está rodeada de equipos para conectarse con el mundo exterior: un ordenador, un teléfono y un altavoz inalámbrico. También hay un vaso con un sorbete para que pueda tomar líquido y un largo aparato plástico en forma de T que maneja con su boca para enviar emails o contestar el teléfono.