Emiliano García-Page ha decidido romper su silencio y señalar directamente a Pedro Sánchez como responsable último de las irregularidades denunciadas en las primarias del PSOE. El presidente castellanomanchego, uno de los pocos barones socialistas que aún se atreve a plantar cara al aparato sanchista, ha declarado que «cuesta pensar que el secretario general era ajeno» a las trampas y manipulaciones que habrían viciado los procesos internos del partido.
Las palabras de Page no son casuales ni inocentes. Llegan en un momento en el que el PSOE se desangra por múltiples frentes: corrupción, acoso sexual, tráfico de influencias y ahora, fraude interno en sus propias primarias. El líder manchego sabe que el control férreo que Sánchez ejerce sobre Ferraz hace imposible que algo de esta magnitud ocurra sin su conocimiento o, al menos, sin su beneplácito.
Un partido secuestrado por el aparato sanchista
Lo que Page denuncia no es nuevo para quienes siguen de cerca la deriva autoritaria del PSOE bajo el mandato de Sánchez. Desde que llegó al poder en 2018 mediante una moción de censura, el presidente ha ido colocando a sus leales en todos los puestos clave del partido, convirtiendo al PSOE en una maquinaria al servicio de su proyecto personal de poder. Las primarias, que en teoría deberían ser el mecanismo democrático por excelencia dentro de un partido político, se han convertido en una farsa donde gana quien Ferraz decide que debe ganar.
Los casos de pucherazo y manipulación en procesos internos del PSOE se han multiplicado en los últimos años. Desde Andalucía hasta Cataluña, pasando por Madrid, las denuncias de militantes que ven cómo se manipulan censos, se inflan votaciones o directamente se ignoran resultados incómodos son constantes. Pero el aparato mediático afín al Gobierno prefiere mirar hacia otro lado.
Como ya informamos en La Bandera sobre la denuncia contra el líder del PSOE en Torremolinos, la podredumbre del partido socialista no se limita a la cúpula nacional, sino que se extiende como una metástasis por todas las federaciones territoriales.
Page, el último mohicano del PSOE clásico
Emiliano García-Page representa una especie en extinción dentro del PSOE: la del socialdemócrata clásico, moderado, que aún cree en ciertas formas y en el respeto institucional. Por eso sus palabras tienen un peso especial. No es un crítico externo, es alguien de dentro que conoce perfectamente cómo funciona la maquinaria y que se atreve a denunciar públicamente lo que muchos otros solo murmuran en privado por miedo a las represalias de Ferraz.
El problema para Sánchez es que Page no está solo. Cada vez son más las voces dentro del PSOE que empiezan a cuestionar abiertamente el rumbo del partido y, sobre todo, los métodos empleados para mantenerse en el poder. La pregunta es: ¿hasta cuándo aguantará la presión interna antes de que el castillo de naipes se derrumbe?
La justicia, cada vez más cerca
Mientras el PSOE intenta apagar fuegos internos, la justicia sigue su curso implacable. Las investigaciones por corrupción, tráfico de influencias y financiación irregular se acumulan sobre la mesa de los jueces. El caso Koldo, el rescate a Plus Ultra, las comisiones ilegales, el hermano de Sánchez, la mujer de Sánchez… la lista es interminable y cada semana aparece un nuevo escándalo que pone en evidencia la red de corrupción que rodea al Gobierno.
Page lo sabe y por eso ha decidido tomar distancia. Sabe que cuando todo esto explote definitivamente, los que hayan permanecido callados y cómplices serán arrastrados por el barro. Su denuncia de las irregularidades en las primarias es también una forma de blindarse de cara al futuro, de poder decir «yo avisé, yo denuncié».
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El PSOE se enfrenta a su peor crisis en décadas. La corrupción, el acoso sexual, el fraude interno y la deriva autoritaria de Sánchez están pasando factura. Page ha dado un paso al frente, pero la pregunta es: ¿se atreverán otros barones a seguir su ejemplo o preferirán seguir siendo cómplices silenciosos de la descomposición del partido?
