El descontrol absoluto en la concesión de ayudas públicas permite a los caraduras vivir del cuento a costa del esfuerzo del contribuyente
Es la historia que se repite una y otra vez y que indigna profundamente a cualquier trabajador que madruga cada día para levantar la persiana de su negocio o fichar en su empresa. Una joven ha sido condenada recientemente en Zaragoza por estafar al Ayuntamiento mediante la falsificación de documentos para cobrar, de manera fraudulenta, ayudas de urgencia social destinadas teóricamente al pago del alquiler. Se embolsó 3.000 euros por la cara, un dinero que debería haber ido destinado a familias que realmente se encuentran en una situación límite y que, muy probablemente, se quedaron fuera del reparto por «falta de presupuesto».
Este caso no puede tratarse como una simple anécdota o un hecho aislado. Es el síntoma evidente de un sistema de «paguitas» descontrolado, donde a menudo se premia la picaresca y se castiga la honestidad. Mientras miles de españoles hacen verdaderos malabares financieros para pagar su hipoteca, su alquiler y llenar la cesta de la compra sin recibir ni un solo euro del Estado (y pagando impuestos religiosamente), existe una casta de «profesionales del subsidio» que se conocen al dedillo todos los trucos y resquicios legales para exprimir la teta pública hasta la última gota.
Una administración ciega ante el fraude
La pregunta que todos nos hacemos es: ¿cómo es posible que sea tan sumamente fácil engañar a la administración para cobrar una ayuda, y tan difícil gestionar cualquier trámite honesto? La burocracia en España es un infierno kafkiano para el ciudadano que quiere abrir un negocio, reformar su casa o pedir una licencia lícita, exigiéndole hasta el último papel compulsado. Sin embargo, a la hora de repartir el dinero de todos, los controles parecen relajarse hasta niveles irresponsables, convirtiendo las ayudas sociales en un coladero para quien tiene la mala fe de querer vivir del esfuerzo ajeno.
La condena judicial llega, sí, pero el daño moral a la sociedad ya está hecho. Cada euro defraudado en ayudas sociales es un insulto directo a los millones de españoles que cumplen las normas. Y por desgracia, cualquiera que trabaje en servicios sociales o en la administración local sabe que casos como el de esta joven de Zaragoza ocurren a diario en ayuntamientos de toda España, aunque solo unos pocos lleguen a los tribunales.
La cultura del «todo gratis»
Hemos creado una cultura del «todo gratis» y del «derecho a cobrar» que desincentiva el esfuerzo y fomenta la dependencia estatal. En lugar de ayudar a la gente a salir de la pobreza mediante el empleo y la formación, se les encadena a un subsidio que, además, es susceptible de ser defraudado con una facilidad pasmosa. Es urgente revisar los mecanismos de control y endurecer las penas para quienes meten la mano en la caja común.
Te puede interesar
- Delincuentes multireincidentes se ríen de la justicia
- El fraude de las bajas laborales se dispara
- Plus Ultra y el blanqueo de ayudas
- Sánchez y sus medidas populistas
Necesitamos un sistema de ayudas mucho más riguroso, eficiente y transparente. La solidaridad de los españoles es inmensa y está fuera de toda duda, pero no puede ser una carta blanca para que los jetas vivan a cuerpo de rey mientras la clase media se empobrece pagando la fiesta.












