El feudo socialista se desmorona ante el hartazgo de los extremeños: la alternativa patriótica suma mayoría absoluta y acaba con décadas de hegemonía
Extremadura, esa tierra históricamente cautiva del voto socialista y del clientelismo institucional de la Junta, ha despertado de su letargo. Las últimas encuestas publicadas son mucho más que un mal dato para el PSOE; son una auténtica sentencia de muerte política para el socialismo extremeño liderado por Miguel Ángel Gallardo. Los sondeos hunden al PSOE por debajo de la barrera psicológica del 30% de los votos y pronostican que podrían quedarse con tan solo 21 diputados en la Asamblea.
Para que se hagan una clara idea de la magnitud del desastre que se avecina para la izquierda: estamos hablando de casi la mitad de los 39 escaños que lograba el omnipotente Juan Carlos Rodríguez Ibarra en sus años de gloria en la década de los 90. El «sanchismo», con su deriva radical y sus pactos con el separatismo, ha logrado lo que parecía imposible: destruir su propio granero de votos y alienar a su electorado más fiel.
Hartazgo de ser ciudadanos de segunda
Los extremeños se han cansado. Se han cansado de ser tratados sistemáticamente como ciudadanos de segunda clase, de sufrir un «tren de la vergüenza» que se avería día sí y día también mientras el Gobierno invierte miles de millones en Cataluña. Se han cansado de promesas incumplidas año tras año y de un gobierno regional que, lejos de defender sus intereses, actúa como una mera sucursal de Ferraz, aplaudiendo las cesiones a los nacionalistas que empobrecen a regiones leales como Extremadura.
El modelo socialista de subsidio, resignación y voto cautivo ha caducado. La gente quiere oportunidades, infraestructuras dignas y respeto, algo que el PSOE de Sánchez les ha negado sistemáticamente.
La alternativa PP-Vox suma y sigue
Frente al colapso del bloque de izquierdas, la derecha se consolida como la única alternativa real de gobierno. El Partido Popular aguanta el tipo con una proyección de 28 diputados, pero la verdadera clave está en el auge de Vox, que irrumpiría con fuerza con hasta 6 escaños. La suma de ambas fuerzas otorgaría una mayoría absoluta holgada para gobernar y aplicar políticas de sentido común.
Esto no es solo un problema regional aislado para el PSOE; es un síntoma gravísimo de que su estructura territorial se cae a pedazos. Si pierden definitivamente Extremadura, uno de sus bastiones simbólicos y emocionales, el efecto dominó puede ser devastador para Pedro Sánchez en unas elecciones generales.
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Extremadura ha dicho «basta». El cortijo socialista tiene los días contados. Y cuando caigan los muros de Mérida y el PSOE pierda su hegemonía en el sur, temblarán los cimientos de la Moncloa.












