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La DGT da marcha atrás ante el caos de la baliza V16 y no será suficiente, los triángulos seguirán siendo necesarios

Pere Navarro rectifica sobre la marcha y admite que the dispositivo de geolocalización debe complementarse con los elementos tradicionales para evitar atropellos

El sanchismo nos tiene acostumbrados a la improvisación legislativa, pero lo que está ocurriendo con la Seguridad Vial roza el surrealismo. Tras años anunciando que la baliza V16 conectada sería el sustituto definitivo y obligatorio de los triángulos de emergencia para enero de 2026, el Director General de Tráfico, Pere Navarro, ha tenido que salir en televisión para matizar (o rectificar, según se mire) sus propias directrices. La baliza V16, lejos de ser la solución mágica, deberá complementarse con los triángulos para garantizar una visibilidad real en carretera.

Esta decisión llega tras las feroces críticas de asociaciones de motoristas, la OCU y la propia Guardia Civil, que han advertido que una pequeña luz en el techo no es capaz de señalizar un vehículo detenido a 50 metros de distancia en según qué condiciones de visibilidad o trazado. La imposición de la V16 se había interpretado como un negocio redondo para los fabricantes de tecnología, pero un despropósito para la seguridad física de los conductores.

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Inseguridad jurídica y gasto extra para el ciudadano

El mensaje de la DGT es ahora confuso: la baliza será obligatoria desde 2026 y no llevarla supondrá una multa de 80 euros, pero Pere Navarro pide ahora «cuantos más elementos de señalización, mejor». Es decir, el conductor está obligado a comprar un dispositivo conectado —que geolocaliza su posición en tiempo real para el Gobierno— pero se le recomienda seguir bajando del coche para poner los triángulos, tirando por tierra el principal argumento de la V16: evitar que el conductor pisara el asfalto.

Este «hachazo» normativo obligará a los españoles a un gasto doble. Por un lado, adquirir balizas homologadas (cuidado, que no todas las que se venden lo están) y, por otro, mantener y colocar los viejos triángulos. Una muestra más de la incapacidad de Tráfico para implementar una transición tecnológica coherente sin cargar el coste y la confusión sobre el bolsillo del contribuyente.

La trampa de la geolocalización

Detrás de la excusa de la seguridad se esconde la obsesión del sanchismo por el control. La V16 conectada permite a la administración saber exactamente dónde y cuándo se ha parado un coche. En lugar de mejorar las infraestructuras o actualizar el parque móvil —el más viejo de Europa—, el Gobierno prefiere imponer lucecitas con GPS mientras los radares siguen batiendo récords de recaudación.

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La seguridad vial no debería ser un campo de pruebas para la recaudación y el control. Mientras tanto, lleve la baliza, ponga los triángulos y, sobre todo, agarre fuerte su cartera.

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