Es la historia de siempre: un gigante tecnológico intenta salvar a una empresa pionera en apuros, y los burócratas de Bruselas y Washington intervienen para «proteger el mercado», consiguiendo exactamente lo contrario. Gary Cohen, CEO de iRobot, ha roto su silencio para explicar cómo el bloqueo de los reguladores a la adquisición por parte de Amazon por 1.700 millones de dólares condenó a la empresa a un «limbo» mortal de casi dos años.
El bloqueo regulatorio de Occidente regala la tecnología de Roomba al gigante asiático
Durante 18 meses, la parálisis fue total. «El equipo directivo levantó el pie del acelerador y no llevamos innovación al mercado», confiesa Cohen. Mientras los funcionarios revisaban papeles buscando monopolios fantasmas, los verdaderos competidores —marcas chinas como Roborock o Ecovacs— adelantaban por la derecha a la mítica Roomba con tecnología LiDAR y precios agresivos. El resultado es la ironía suprema: para evitar que una empresa americana (Amazon) comprara otra americana (iRobot), los reguladores forzaron una situación donde la única salida ha sido la venta a Picea, un fabricante… chino.
La asfixia regulatoria destruye valor
El caso de iRobot es el manual perfecto de cómo la intervención estatal destruye el tejido empresarial. Al impedir la inyección de capital de Amazon, condenaron a iRobot a la irrelevancia tecnológica. Cohen, que llegó para intentar salvar los muebles, se encontró con «cientos de robots cortacésped muertos» en los armarios, proyectos abandonados y una deuda millonaria con sus proveedores asiáticos.
La «protección de la competencia» ha terminado con una empresa histórica absorbida por su propio proveedor, eliminando un actor independiente del mercado y regalando la hegemonía tecnológica a Asia. Un éxito rotundo de la burocracia occidental que parece empeñada en suicidarse económicamente.
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