En medio del ruido político y la polarización que domina la actualidad española, una noticia de alcance histórico ha emergido desde los laboratorios de Santiago de Compostela, recordándonos que el verdadero progreso de una nación se mide por su capacidad científica y no por sus decretos ideológicos. Un equipo de investigadores del Centro Singular de Investigación en Medicina Molecular y Enfermedades Crónicas (CiMUS) de la Universidad de Santiago (USC) ha presentado resultados preliminares que invitan a un optimismo prudente pero firme: en un plazo de cinco años, enfermedades que hoy son sinónimo de muerte o deterioro irreversible podrían tener cura o, al menos, un tratamiento cronificador efectivo.
La investigación, liderada por figuras destacadas de la biotecnología gallega como la Dra. Mabel Loza, se centra en el desarrollo de fármacos de vanguardia basados en la edición genética y la terapia celular. El objetivo no es solo tratar los síntomas, como hace la medicina tradicional, sino ir a la raíz del problema: el «código fuente» de nuestras células. Mediante el uso de nuevas tecnologías como CRISPR-Cas9 y vectores virales de última generación, los científicos están logrando corregir errores genéticos que provocan patologías neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, así como identificar dianas terapéuticas para cánceres hoy incurables.
Medicina de precisión: el fin del «café para todos»
El cambio de paradigma es total. Se abandona el enfoque de fármacos generalistas para abrazar la medicina de precisión o personalizada. Los avances presentados en Santiago permiten diseñar tratamientos a la medida del perfil genético de cada paciente. «Estamos pasando de disparar cañonazos a usar francotiradores moleculares», explican fuentes del equipo investigador. Esto no solo aumenta exponencialmente la eficacia de los tratamientos, sino que reduce drásticamente los efectos secundarios, mejorando la calidad de vida de los pacientes oncológicos de manera radical.
Uno de los hitos más prometedores es la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica, el muro natural que protege al cerebro pero que impide la llegada de la mayoría de medicamentos. Los nuevos nanovectores desarrollados en Galicia han logrado «engañar» a esta barrera, abriendo la puerta al tratamiento directo de tumores cerebrales y enfermedades neurodegenerativas con una eficacia inédita hasta la fecha.
El milagro de investigar con presupuestos de miseria
Lo verdaderamente heroico de este avance es el contexto en el que se produce. España invierte en I+D+i una fracción de lo que dedican potencias como Alemania, Estados Unidos o Corea del Sur. Mientras el Gobierno central destina cientos de millones de euros a campañas de publicidad institucional, observatorios de género y subvenciones a sindicatos, los centros de investigación de élite como el CiMUS deben pelear por cada euro de financiación, dependiendo a menudo de fondos europeos competitivos o de la filantropía privada.
Es la paradoja española de siempre: tenemos a los mejores científicos, formados en una universidad pública exigente, pero carecemos de un sistema que retenga ese talento y lo dote de medios. Muchos de los investigadores jóvenes que participan en estos proyectos tienen contratos precarios o temporales, una vergüenza nacional que contrasta con el despilfarro en asesores políticos. Que desde Santiago se esté liderando una revolución médica mundial es un testamento a la vocación y la resiliencia de nuestros científicos, que hacen mucho más con mucho menos.
Impacto socioeconómico para Galicia y España
El éxito de estas terapias no solo salvará vidas; también podría generar una industria biotecnológica de alto valor añadido en Galicia. La creación de ‘spin-offs’ y empresas farmacéuticas locales para comercializar estas patentes es una oportunidad de oro para cambiar el modelo productivo, alejándolo del turismo de bajo coste y acercándolo a la economía del conocimiento. Sin embargo, para que esto ocurra, hace falta seguridad jurídica y una fiscalidad atractiva que invite a la inversión privada en ciencia, algo que el actual clima político de inseguridad e impuestos altos no favorece.
Te puede interesar
En cinco años, 2030, la historia de la medicina podría escribirse con acento gallego. La pregunta es si para entonces nuestros gobernantes habrán entendido que la verdadera soberanía nacional reside en tener la capacidad de curar a tus ciudadanos, y no en la propaganda diaria. La esperanza, hoy, viene de los laboratorios de Santiago.












