El Gobierno de Pedro Sánchez planea crear un macro-centro para inmigrantes en el aeropuerto de Ciudad Real.
La gestión de una inmigración irregular descontrolada es un problema que ya ni el Gobierno puede ignorar. Por eso, los de Sánchez se encuentran hoy ante la difícil situación de tener que tomar medidas para controlar a esos inmigrantes, pero sin que pueda recaer sobre ellos la más mínima sospecha de estar dando un ápice de razón a la «fachosfera». La última ocurrencia del Ejecutivo ha sido crear un macro-centro para inmigrantes irregulares en el aeropuerto de Ciudad Real. No deja de resultar paradójico que se escoja el modelo de los campos de concentración como medida «antifascista» y que, además, se pretenda hacer en secreto.
Y es que esta medida no ha sido anunciada por un Gobierno que pretendía actuar sin ser visto. Solo ha sido descubierto gracias a que los alcaldes de Ciudad Real y Puertollano han puesto el grito en el cielo. Los dos ediles han denunciado que se quiera hacer en su tierra, y a sus espaldas, un gueto que, lejos de solucionar el problema, podría acrecentarlo aún más. Porque de sobra es sabido que uno de los principales detonantes de los problemas derivados de la inmigración irregular es la falta de integración. ¿En qué cabeza cabe que eso se ataja recluyendo a los inmigrantes en un lugar al margen de la sociedad? Es un completo absurdo.
Un «Guantánamo manchego»
Este proyecto ya ha sido bautizado por el alcalde de Ciudad Real, Francisco Cañizares, como un «Guantánamo manchego» y es una prueba clara de la nefasta forma que tiene este Gobierno para tratar de poner solución a este problema. Un problema que, por otra parte, se ha provocado y/o fomentado desde el propio Consejo de Ministros. Porque crear esta especie de campos de concentración supondrá fomentar aún más el aislamiento de las personas que entrar en España en situación irregular. Pero no solo eso. Esta medida podría provocar un aumento de los problemas cuando esas personas salgan del centro. Porque concentrar a los inmigrantes irregulares de forma aislada, crea el caldo de cultivo perfecto para que los radicales y violentos que se cuelan influyan en el resto del grupo, creando nuevos delincuentes. Esto es algo que los expertos ya han avisado, así que nadie debería sorprenderse del resultado.
Pero estos campos de concentración «antifascistas» no solo serían perjudiciales para la seguridad de los españoles. También suponen una tremenda falta de respeto y humanidad con las personas que los integrarían. Porque se estaría tratando a los inmigrantes como ganado y no como seres humanos, al negarles el trato digno que merecen y que España no puede dispensarles. Porque, aunque el Gobierno se niegue a admitirlo, nuestros recursos son limitados. Eso significa que nuestra capacidad de acogida también tiene esos mismos límites, que ya han sido más que superados. Algo que ya han denunciado en comunidades como Andalucía, pero que la izquierda se niega a reconocer. Y es que, por muy «facha» que suene, no podemos abrir las puertas a todos… al menos no con dignidad y seguridad.








