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Mi Querida España


Una compañera de clase perdió a su padre a los 10 años. Como era muy extrovertida y
aguerrida, la noticia nos hizo preguntarnos si aquello le afectaría.

La ignorancia y falta de empatía que adornaba nuestras tempranas existencias nos hizo hacer corrillo en el patio del
colegio para preguntarnos si la veríamos llorar algún día.

¿Creéis que llorará en el funeral? Así éramos a esas edades, salvajes con personalidades planas que aún no habían experimentado
el dolor de la pérdida. A todos nos sorprendió verla rota en el primer banco de la iglesia,
llorando sin aparente consuelo, con el único apoyo moral del brazo de su hermano, que siendo
más pequeño que ella parecía más entero, tal vez por no saber muy bien lo que le quedaba por
delante.


Contemplar a mi amiga -la más fuerte- llorando de aquella forma, rompió todos mis
esquemas, poniendo en la cuerda floja todo lo que yo creía saber sobre las personas y el
mundo.

Tenía 10 años cuando comprendí la vulnerabilidad de los vínculos familiares y la
fragilidad de las máscaras personales. Nunca, después de aquel episodio, volví a ser la misma
persona.

Las inquietudes de mis compañeros, que seguían obnubilados por los cromos de
Butragueño y las tetas de Sabrina, pasaron a un segundo plano, y una extraña sensibilidad
comenzó a crecer en mi interior haciéndome vivir una vida alejada del resto. Comencé a
preocuparme por cosas que antes ni intuía, y el valor de la familia y la amistad verdadera
fueron durante mucho tiempo como un impulso y una guía para seguir adelante.


No consigo olvidarme de aquella imagen de mi amiga, completamente desconsolada en
el banco de la iglesia. Nuestras pueriles apuestas sobre su llanto dieron paso a una congoja
muy profunda que a muchos nos cambió para siempre.


Esa sensación de inestabilidad y desconcierto es muy parecida a la que ahora siento
cuando observo lo que están haciendo con España desde otros bancos y otras instituciones.
Aquella amiga es ahora un país, y duele comprobar cómo pretenden convertirnos en salvajes
ignorantes sin empatía ni personalidad.

Will

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