Un futuro prometedor que nunca llegó
En mi adolescencia, el futuro parecía prometedor. Tras una niñez en la que los niños paseábamos por las calles con absoluta tranquilidad y los descampados eran nuestra sala de juegos al aire libre, no veíamos la hora de alcanzar la edad de trabajar.
Así lo habían hecho nuestros primos y hermanos mayores, que se incorporaban al mercado de la construcción y alcanzaban la tan ansiada independencia, viajando al extranjero, comprándose un coche deportivo o yendo con sus amigos una semana a Ibiza, Gandía o Benidorm.
Bien es cierto que el wokismo estaba en ciernes, recuerdo a un par de profesores intentando adoctrinar, pero eso no hacía sino alimentar nuestras ganas de comenzar a trabajar.
La crisis económica y la decepción política
Sin embargo, todo eso se truncó. Llegó la crisis económica y, por ende, la crisis política. Los brotes verdes nunca llegaron a germinar.
La primera vez que pude votar, no había mucho donde elegir. Alcancé la mayoría de edad con un PSOE noqueado, el 15M en las calles y un Partido Popular que prometía bajar los impuestos para reactivar la economía, eliminar la Ley VioGen por convertir a los hombres en ciudadanos de segunda y fulminar la Ley de Memoria Histórica que había reabierto las heridas de la guerra.
Mi primer voto sirvió para consolidar la mayoría absoluta de Rajoy. Tras haber perdido infinidad de elecciones, Mariano consiguió llegar a la Moncloa.
Yo no lo sabía entonces, pero el PP desprecia a sus votantes. A ellos les gustaría tener a los votantes del PSOE. Si Sánchez es un mentiroso, Rajoy no le fue a la zaga. No cumplió ninguna de sus promesas electorales.
El desencanto con el Partido Popular
El futuro que parecía prometedor nunca llegó, y como muchos jóvenes, tuve que encadenar trabajos precarios y temporales.
El estallido de numerosas tramas de corrupción no hizo más que caldear los ánimos de una generación que había sido sacrificada para que unos pocos se llenaran los bolsillos.
Hago memoria de todo esto porque es importante saber de dónde venimos. Feijóo ha apelado en numerosas ocasiones a los votantes de VOX. Sin embargo, nadie encarna mejor lo que era Rajoy que él. Socialdemocracia, continuismo con el PSOE, retranca gallega y, sobre todo, mentiras.
Por alguna razón, los populares entienden que los votos de VOX les pertenecen, y de esa creencia arraigada llegan a la conclusión de que, si no están en la Moncloa, es por culpa de los de Abascal. De ahí que todos los esfuerzos de Génova 13 y sus terminales mediáticas estén orientados a destruir a VOX.
Principios que no han cambiado
Echar la vista atrás no me sirve únicamente para saber de dónde venimos: también me permite hacer introspección. Y aunque la gente evoluciona y algunas posturas llegan a variar, diría que la mayor parte de mis ideales son los mismos.
Sigo pensando que la libertad de mercado y la propiedad privada garantizan la prosperidad, sigo defendiendo las tradiciones de mi país, sigo creyendo que la imposición y la censura están mal; sigo reconociendo la seguridad que proporciona la separación de poderes y el Estado de Derecho.
Grosso modo podría decir que mis ideas no han cambiado, las del Partido Popular sí.
El problema del PP no es VOX, es el propio PP
El PP se caracteriza por hacer propias las ideas del PSOE y aplicarlas con todavía mayor eficacia que los socialistas, pero ahora pretenden que les votemos. ¿Para qué?
¿No había expulsado Rajoy a los conservadores y a los liberales?, ¿No dice Feijóo que el Partido Popular debe colindar en lo ideológico con el Partido Socialista? Feijóo, no vamos a volver al Partido Popular, y si VOX desaparece, surgirá VEX, o VIX, o VUX, pero vuestro problema no son los de Abascal.
Vuestro problema lo tenéis en vuestro propio partido.









Lun 24 marzo 2025 @ 15:20
Muchos salimos de la abstención para votar a VOX. Ni hemos votado PP ni lo votaremos por la misma razón que no votamos PSOE.