La separatista regional, Pilar Vallugera, protagoniza una imagen imborrable recostada con una pierna sobre la mesa
Esperpento en el escaño de un ausente José Luis Ábalos protagonizado por la ultraizquierdista Pilar Vallugera (ERC) despatarrada como si estuviera en su cuarto de estar. La diputada de extrema izquierda ha llevado al Parlamento al nivel que su conmilitona separatista de la CUP, Anna Gabriel, llevó al Parlamento regional catalán con su gesto de meterse la mano en la axila para olfatearla.
La imagen a la que El Debate tuvo acceso muestra a la diputada Pilar Vallugera, de Esquerra Republicana de Catalunya, con la pierna izquierda sobre la mesa y sentada de forma despatarrada en su escaño, Vallugera aparece parcialmente tapada por su compañero de escaño, Jordi Salvador.

Cabe reseñar que esa pose grotesca, recostada con las piernas excesivamente abiertas, provenga de quien provenga, puede resultar adecuada en la casa de cada uno, obligatoria en un fumadero de una casa okupa decorada con esteladas, pero fuera de lugar en un hemiciclo donde la socialista que detenta la presidencia de la Cámara, Francina Armengol, invoca constantemente el respeto al ‘decoro parlamentario‘.
Valluegra, acusada de maltrato laboral y faltas de respeto
Según recuerda el citado medio, Vallugera recientemente mantuvo un enfrentamiento verbal con el exministro de Hacienda Cristóbal Montoro, al pedirle que no la llamara «señora», y en marzo enfrentó acusaciones de acoso laboral por parte de dos exdiputadas de su propio partido.
En concreto, según publicó El País, Maria Dantas y Carolina Telechea acusaron a Vallugera de maltrato laboral, mencionando «constantes faltas de respeto, gritos, reproches por coger permisos de maternidad y desprecios en público». El presidente de ERC, Oriol Junqueras, pidió perdón en una entrevista para Catalunya Ràdio, mientras Vallugera negó las acusaciones.
Un despatarre que resume la España del gobierno de Sánchez con la ultraizquierda y el separatismo
Desde el inicio del atroz proceso sanchista de pudrición institucional, política, económica y moral de España, el Congreso de los Diputados ha sido también el escenario de la degradación parlamentaria e incluso estética.
Ya no es sólo la mezcla de mala educación, cursilería y violencia verbal de la izquierda y sus compinches separatistas, sino también por estampas tan grotescas como la protagonizada por el despatarre en su escaño de una diputada entrada en años de ERC, en una pose digna del esperpento que sufre España de la mano de su partido y del de su acreedor parlamentario, el hoy implorante Pedro Sánchez.








