La Diada independentista de 2025 ha registrado en Barcelona la asistencia más baja en diez años. Según la Guàrdia Urbana, tan solo 28.000 personas participaron en la marcha del 11 de septiembre, menos de la mitad que en 2024 y muy lejos de las multitudinarias movilizaciones de hace una década, cuando se hablaba de hasta dos millones de asistentes.
Un desplome que confirma la tendencia de desinflado del independentismo catalán y que deja una imagen muy distinta a la que ANC y Òmnium vendían en sus mejores años.
Un desplome año tras año
En 2023, la Urbana contabilizó 115.000 asistentes. Un año después, la cifra cayó a 60.000, y este 2025 se ha reducido a menos de la mitad.
El contraste con los fastos del procés es evidente: aquellas mareas humanas que llenaban la Diagonal y la Meridiana se han transformado en marchas cada vez más reducidas y con mensajes más defensivos que propositivos.
La marcha de este año arrancó a las 17:14 horas en el Pla de Palau con el lema “Més motius que mai. Independència”. Recorrió el paseo de Isabel II, Colom y acabó en la Rambla, en el Portal de la Pau.
Entre las pancartas se mezclaron reivindicaciones independentistas clásicas con mensajes de apoyo a Palestina, que ya el año pasado empezaron a tener presencia en estas marchas.
Los actores del independentismo
La cabecera estuvo presidida por Lluís Llach (ANC) y Xavier Antich (Òmnium), acompañados por dirigentes de entidades como el Consell de la República, la AMI, la Intersindical-CSC o los CDR.
No faltó la simbología habitual —esteladas, pancartas contra el “expolio fiscal” y críticas al Estado—, aunque la asistencia reducida dejó huecos visibles en lo que en otros años eran muros humanos.
En el recorrido también participaron una columna de tractores y un grupo de motoristas, tratando de aportar volumen a una manifestación en la que se respiraba un ambiente menos eufórico que en ediciones anteriores.
Girona también pierde fuelle
La Diada no solo se celebra en Barcelona. En Girona, bastión del independentismo, unas 12.000 personas respondieron a la convocatoria de ANC y otras entidades.
Antes de la marcha, el diputado de Junts Salvador Vergés denunció un “triple agravio” contra Cataluña:
- Un expolio fiscal y déficit de inversiones.
- Un agravio nacional contra el catalán y las sentencias judiciales.
- Un agravio democrático, aludiendo a la amnistía aún no aplicada.
Sin embargo, las cifras vuelven a estar muy lejos de los registros de hace apenas unos años.
Gaza y la política española, sombras sobre la Diada
Analistas señalan que la actualidad internacional y nacional ha eclipsado la jornada. Las protestas contra el “asesinato sistemático” de periodistas en Gaza llegaron incluso a la plaza Sant Jaume, donde tradicionalmente se respiraba ambiente de Diada.
En paralelo, temas como los incendios que han devastado miles de hectáreas este verano —con la polémica de que el Gobierno se dedicaba a vaciar embalses — o la tensión por la inmigración —con 19.000 menas acogidos en España — han restado foco al independentismo, que hoy compite en un escenario mucho más fragmentado.
¿Fin del ciclo independentista?
Los datos parecen confirmar lo que muchos expertos advertían: el movimiento independentista atraviesa su etapa de menor fuerza desde 2012. La división interna, la falta de un liderazgo sólido y el desgaste de una estrategia política que no logra resultados palpables explican buena parte de la caída de la movilización.
A esto se suma que el contexto social y económico es distinto: la inflación, el encarecimiento de la vivienda o la sequía han desplazado la independencia del centro de las preocupaciones de muchos catalanes.
Conclusión: una Diada irreconocible
La Diada de 2025 pasará a la historia como la más pequeña de la última década. De los discursos épicos del procés al intento de resistir con lemas defensivos, el independentismo vive un momento de mínimos.
Mientras tanto, voces como la de Santiago Abascal insisten en denunciar las políticas ideológicas contra el campo y reclaman prioridades muy distintas a las que hoy se oían en el Portal de la Pau.
La pregunta es inevitable: ¿estamos ante el final de un ciclo político que marcó la última década en Cataluña?








