La Comisión Europea de Von der Leyen sigue arruinando a todos los europeos
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció este martes que la Unión Europea establecerá nuevos objetivos de reducción de emisiones para los años 2035 y 2040, antes de la cumbre climática COP30 que se celebrará en Belém, Brasil. Esta medida llega tras no haber cumplido con el plazo establecido por la ONU para presentar dichas metas, un retraso que contrastan con otras grandes economías, como China, que ya han presentado sus compromisos.
El aplazamiento pone de manifiesto las divisiones internas dentro del bloque europeo. Mientras algunos países impulsan una transición ecológica acelerada con medidas estrictas, otros advierten que una regulación excesiva podría perjudicar a la industria europea, ya afectada por problemas de competitividad y debilitamiento económico. Alemania, Francia y Polonia han pedido que los líderes europeos discutan este asunto en profundidad durante la próxima reunión del Consejo Europeo a finales de octubre, lo que reduce las posibilidades de alcanzar un consenso antes de la COP30 en noviembre.
En un mensaje en vídeo, von der Leyen afirmó: «Antes de la COP30 en Belém, fijaremos objetivos NDC para 2035 y 2040», refiriéndose a las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional exigidas por la ONU. La presidenta reconoció que «el mundo ha cambiado» y que la competencia global es «intensa y no siempre justa». Por ello, subrayó que Europa necesita «más flexibilidad y pragmatismo», aunque reiteró la importancia de «mantener el compromiso» con la agenda climática, una postura que contrasta con las prioridades industriales y las preocupaciones de millones de ciudadanos europeos.
Desde la Comisión Europea destacan esfuerzos para reducir la burocracia y promover inversiones en infraestructuras eléctricas que apoyen a las empresas. Sin embargo, varios Estados miembros insisten en que el gasto militar, las tensiones económicas y la protección de industrias estratégicas demandan una regulación más sensata y menos restrictiva.
En paralelo, la economía alemana refleja la compleja situación europea: en medio de la amenaza de recesión, Alemania ha registrado un gasto récord en proyectos climáticos internacionales, mientras que sus ciudadanos critican el derroche de recursos sin resultados tangibles para mejorar la economía nacional. Esta insatisfacción se extiende por gran parte del continente, donde la imposición de políticas verdes por parte de Bruselas genera cada vez más resistencia frente a la realidad social y económica.












