Sánchez se arrastra ante Junts para mantener su Gobierno a flote
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha roto su silencio institucional con una súplica pública a Junts, el partido de Carles Puigdemont, para evitar que la legislatura se hunda entre bloqueos, escándalos y fracturas internas.
“Apelo al espíritu del acuerdo, porque la suerte de mucha gente depende de lo que aquí se aprueba”, ha dicho desde el Congreso en un tono más propio de un político acorralado que de un presidente confiado.
El mensaje llega tras la amenaza de bloqueo total por parte de Junts, que se ha distanciado del Ejecutivo en votaciones clave.
Sánchez busca desesperadamente mantener la apariencia de estabilidad mientras su mayoría parlamentaria se desintegra.
La súplica de Moncloa al secesionismo catalán
Fuentes internas del PSOE reconocen que el Gobierno ha entrado en “modo supervivencia” y que los contactos con el entorno de Puigdemont se han intensificado.
El propio presidente ha pasado de la firmeza a la plegaria política, intentando revivir el “espíritu de la investidura” que le permitió seguir en el poder tras las concesiones a los independentistas.
“Este Gobierno ha mejorado la vida de la gente”, proclamó Sánchez, intentando vestir su debilidad con discurso institucional.
Pero el gesto no engaña a nadie: su apelación a Junts suena más a súplica que a liderazgo.
Ataques a Feijóo para disimular la fractura interna
Mientras rogaba a Junts, Sánchez cargó con dureza contra el PP. Acusó a Feijóo de representar una “oposición destructiva, rendida a la ultraderecha”, y de sufrir un “colapso político e intelectual”.
El ataque fue interpretado por la oposición como un intento de desviar la atención del caos interno del Gobierno, tras los escándalos que salpican a su entorno y los últimos desplantes de sus socios de coalición.
Como ya se publicó en “Feijóo medita entre convocar ya elecciones en Valencia”, la tensión institucional se traslada a todas las autonomías, donde el PSOE teme un efecto dominó si el Ejecutivo se derrumba.
Puigdemont, el poder en la sombra
El discurso de Sánchez deja entrever una realidad incómoda: la estabilidad del Gobierno depende hoy de un fugado en Waterloo.
Carles Puigdemont, líder de Junts, tiene en su mano decidir si el mandato socialista sobrevive o se desploma.
“Apelo a la responsabilidad de todos los grupos”, insistió Sánchez, en un intento de diluir su dependencia de los independentistas.
Pero el gesto no convence ni dentro ni fuera del hemiciclo. Vox y PP ya han acusado al presidente de “humillarse ante el secesionismo” para conservar el poder.
Puedes leer más sobre el contexto político en “Más de la mitad de los europeos rechaza la centralización del poder en Bruselas”, un escenario que recuerda el pulso entre soberanismo y poder central que ahora vive España.
Defiende el intervencionismo mientras pierde control político
En su discurso, Sánchez trató de recuperar autoridad defendiendo el intervencionismo estatal y el “papel activo del Gobierno frente a los fallos del mercado”.
Sin embargo, su alegato por un “Estado fuerte” contrasta con una realidad evidente: ni el Congreso ni sus socios parecen responder ya a su mando.
“No ha habido un Gobierno tan parlamentario como el que me honra presidir”, llegó a decir.
La frase provocó carcajadas e ironías en la oposición, que le reprochó estar “presumiendo de parlamentarismo mientras se desmorona su mayoría”.
Un presidente en caída libre
A medida que el PSOE intenta apagar los incendios judiciales y políticos que afectan al Ejecutivo, Sánchez ve cómo se erosiona su autoridad dentro y fuera del Congreso.
Los analistas ya lo comparan con un “presidente prisionero de sus socios”, incapaz de tomar decisiones sin la aprobación de Waterloo.
Su discurso del 12 de noviembre no fue una comparecencia institucional, sino una confesión de debilidad:
una súplica disfrazada de llamado a la unidad.








