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El depredador al que la niña llamaba “abuelo”: el TSJA confirma una condena demoledora por tres años de abusos en Almería

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha cerrado definitivamente uno de los casos más estremecedores juzgados en Almería en los últimos años: once años de prisión para un hombre que abusó durante casi tres años de la nieta de su pareja, una niña que entonces tenía entre cinco y siete años.

La sentencia, ya firme, traza un retrato devastador: un adulto que utilizó el rol afectivo de “abuelo” que la menor le atribuía para someterla a prácticas sexuales de forma continuada, siempre a escondidas, siempre en silencio.

El fallo del alto tribunal andaluz confirma la totalidad de la condena dictada por la Audiencia Provincial y desmonta, punto por punto, la estrategia de la defensa, que intentó sin éxito rebajar penas, cuestionar la declaración de la menor y obtener una atenuante por confesión.

Tres años de abusos ocultos tras la fachada de un “abuelo” que no lo era

El tribunal sostiene que el acusado —pareja sentimental de la abuela de la niña— construyó una relación cuasi parental que le permitía moverse con total normalidad en el entorno familiar. Precisamente esa cercanía fue la que utilizó para prolongar los abusos desde marzo de 2020 hasta enero de 2023.

Durante las sesiones judiciales quedó acreditado que la víctima lo veía como un referente familiar. El hombre había asumido ese papel y lo aprovechó para crear un clima de confianza, silencio y clandestinidad, perfectamente calculado para evitar sospechas.

El testimonio de la menor, clave para desmontar la mentira del acusado

La defensa intentó anular la condena alegando inconsistencias, errores de valoración probatoria y desproporción en las penas.
Ninguno de esos argumentos sobrevivió al análisis de la Sala.

El TSJA fue categórico: la niña ofreció un relato coherente, constante y creíble, y esa consistencia fue corroborada por:

  • psicólogos especializados en abusos infantiles,
  • el informe médico del Hospital Materno Infantil de Torrecárdenas —que registró una lesión compatible con los hechos—,
  • y los dibujos que la propia menor realizó durante la exploración psicológica, considerados elementos de gran relevancia.

El tribunal añadió que la supuesta “confesión” del hombre fue parcial, tardía y sin utilidad real, ya que negó aspectos esenciales como la penetración y la exhibición de pornografía.

Una conducta calculada para no dejar huellas

La Audiencia ya había señalado que el condenado actuaba con absoluta premeditación. No improvisaba.

Según la resolución, el hombre:

  • elegía momentos en los que ambos estaban solos,
  • se aseguraba de que nadie pudiera escucharlos,
  • manipulaba emocionalmente a la niña para preservar el “secreto”,
  • y recurría a su posición de superioridad para garantizar que la menor no pidiera ayuda.

Uno de los elementos más graves fue la exhibición de material pornográfico, incluidas imágenes con adultos y menores, algo que el tribunal considera parte esencial del daño psicológico infligido.

Condena íntegra: prisión, alejamiento, inhabilitación y responsabilidad civil

El TSJA confirma sin cambios las medidas impuestas:

  • 11 años de cárcel por un delito continuado de agresión sexual.
  • 9 meses adicionales por exhibición de pornografía.
  • 14 años de orden de alejamiento de la víctima.
  • 10 años de libertad vigilada tras la salida de prisión.
  • 23 años de inhabilitación para trabajar con menores.
  • 60.000 euros de indemnización por daños morales.

Todas las solicitudes de reducción fueron rechazadas con el argumento de que la sentencia original es “rigurosa, proporcionada y ajustada a derecho”.

Un caso que vuelve a poner el foco en el abuso intrafamiliar encubierto

Este proceso judicial reabre un debate incómodo pero imprescindible: la enorme dificultad de detectar abusos cometidos por figuras que se camuflan dentro del entorno familiar, adoptando roles de confianza que facilitan la manipulación emocional de los menores.

Los profesionales que participaron en el proceso destacaron un patrón alarmante: la víctima suele tardar años en verbalizar lo ocurrido, y cuando lo hace, el relato suele ser preciso, persistente y extremadamente doloroso.

El TSJA recuerda, además, que la Justicia debe valorar estos testimonios con especial sensibilidad, teniendo en cuenta la edad, el contexto y el acompañamiento de especialistas.

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