Clima de genocidio silencioso: nuevo ataque en Nigeria contra jóvenes perpetrado por bandas terroristas o grupos armados en el norte del país
La barbarie vuelve a azotar Nigeria, confirmando la sistemática persecución religiosa que sufre la comunidad cristiana en el país.
El diario ABC ha reportado una nueva y gravísima oleada de violencia, citando fuentes de seguridad y líderes religiosos locales. Es el secuestro masivo de más de 300 alumnos cristianos, perpetrado por bandas terroristas o grupos armados en el norte del país.
Este suceso no es un incidente aislado. Es el último eslabón de lo que diversas voces en el ámbito internacional no dudan en calificar de genocidio silenciado contra los fieles de Cristo. Así lo vamos contando en LA BANDERA. Los grandes medios obvian este dramático asunto.
El secuestro, cuyas cifras exactas aún están siendo contrastadas por las autoridades locales y los medios internacionales, sigue el patrón habitual. Un ataque audaz a una escuela o un centro de formación en un área de mayoría cristiana.
Estos actos de terror buscan desestabilizar la región y extorsionar tanto a las familias como al débil gobierno nigeriano… Demostrando una total impunidad operativa de los grupos yihadistas.
El origen del terror
ABC pone en relieve la desesperación de las comunidades locales que se sienten abandonadas por las fuerzas de seguridad de Nigeria. Aunque oficialmente el terror es atribuido a «bandas de bandidos», la constante selectividad de las víctimas y los objetivos —escuelas, iglesias y poblados de mayoría cristiana— demuestran que la motivación es profundamente religiosa y sectaria.
Además de ABC, esta información se nutre de declaraciones de líderes religiosos de Nigeria (como obispos y pastores locales), los partes de las Fuerzas de Seguridad nigerianas (cuando son hechos públicos). También a menudo de organizaciones no gubernamentales internacionales especializadas en derechos humanos y libertad religiosa que denuncian los crímenes.
Virulencia anticristiana
Estos grupos señalan que el terror está siendo ejercido por estructuras como la facción local de Boko Haram o, cada vez con más frecuencia, por milicias de pastores armados de etnia fulani que actúan con la misma virulencia anticristiana.
El fracaso del Gobierno de Nigeria en proteger a su minoría cristiana es denunciado como una complicidad por inacción que permite la consolidación de un verdadero genocidio ante la indiferencia de Occidente. El secuestro de estos más de 300 estudiantes es un dramático recordatorio de que la vida y la fe de los cristianos en Nigeria penden de un hilo.








