La «mesías climática» prefiere destruir el patrimonio cultural de Europa para alimentar su ego y el negocio de las ONG’s financiadas por Soros
La autoproclamada «mesías climática» Greta Thunberg, convertida en un muñeco diabólico al estilo Chucky por su obsesión destructiva, fue expulsada de Venecia tras liderar una acción vandálica que tiñó de verde el histórico Gran Canal con un tinte sospechoso.
Mientras el mundo debate soluciones reales en la COP30 de Brasil, esta activista radical prefiere destruir el patrimonio cultural de Europa para alimentar su ego y el negocio de las ONGs financiadas por George Soros.
Venecia paga las consecuencias
Según el presidente de la región del Véneto, Luca Zaia, la «sustancia verde» utilizada por Extinction Rebellion (verdadera organización terrorista ambiental) no es tan inocua como aseguran. «Es un acto de sabotaje contra una ciudad frágil, que requiere millones en restauración. ¿Acaso creen que Venecia es su juguete? ¡Están locos!», denunció Zaia.
Mientras, Thunberg, vestida de rojo sangre y con velo —como una sectaria del apocalipsis—, caminó entre turistas indignados, ignorando que su fanatismo ecologista es más peligroso que el cambio climático mismo.
Chucky Verde
Los medios progresistas intentan blanquear su accionar, pero basta ver las imágenes: agua verde tóxica, manifestantes encapuchados y una Greta sonriente mientras arruina un símbolo de la civilización. ¿No recuerda a Chucky, el muñeco asesino que se teñía de verde para sembrar el caos?
La diferencia es que Chucky es ficción; Thunberg es una amenaza real. Su secta globalista ya dañó Venecia dos veces (2023 y 2025), ignorando que Italia no es un parque temático para sus teatrillos.
48 horas de expulsión y una multa simbólica
Las autoridades italianas, por una vez, actuaron con firmeza: 48 horas de expulsión y 173 dólares de multa para la sueca. Pero, ¿es suficiente?
Mientras obreros y familias pagan impuestos para mantener Venecia, esta niña rica —financiada por élites globales— destruye el legado de siglos. Peor aún: turistas ingenuos aplaudieron su vandalismo, cegados por el dogma verde. Como dijo un veneciano enfurecido: «¡Que se vaya a derretir los glaciares con sus lágrimas!».
La «salvadora del planeta»
Mientras Thunberg viaja en yate privado y exige «sacrificios» a los pobres, su grupo Extinction Rebellion contamina fuentes en Génova, Bolonia y Tarento. ¡Hipocresía pura!
El lema «Detener el Ecocidio» es una broma: el ecocidio lo cometen ellos, al priorizar el postureo sobre el respeto a la historia y la ciencia. ¿Su argumento? «La fluoresceína desaparece rápido». ¡Claro! Pero el daño a Venecia es permanente, y el daño a la credibilidad de los verdaderos ecologistas es irreparable.
Basta de santos falsos
Greta Thunberg no es una activista: es un producto de marketing izquierdista, diseñado para dividir y destruir. Venecia no merece ser el escenario de sus delirios.
Mientras Italia se ahoga en burocracia verde, esta Chucky humana sigue dañando lo que dice defender. ¡Basta de financiar el terrorismo climático! El pueblo italiano y el mundo exigen respeto a la cultura, no a los fanáticos.








