La gestión de Fernando Grande-Marlaska al frente del Ministerio del Interior ha cruzado una nueva línea roja… y no será la última
Según revelan las últimas informaciones publicadas por ABC, el Gobierno ha vuelto a desplegar su maquinaria de ocultación para silenciar un nuevo incidente de naturaleza yihadista en Madrid. No es un error de comunicación ni un fallo protocolario; es una estrategia deliberada de ceguera selectiva perpetrada por Grande-Marlaska.
Mientras las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se enfrentan a una amenaza real y palpable, el ministro Marlaska parece habitar una realidad paralela donde el terrorismo se disfraza eufemísticamente de «incidentes aislados» o desequilibrios psiquiátricos.
La negativa sistemática del Ministerio del Interior a catalogar estos actos por su verdadero nombre no solo es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos, sino una negligencia grave que pone en riesgo la seguridad nacional.
El suceso de Madrid, que Interior ha intentado mantener bajo la alfombra, es el último eslabón de una cadena de opacidad inaceptable. Al negar la motivación yihadista de estos ataques, Marlaska no solo desprotege a la ciudadanía al privarla de la verdad, sino que desmoraliza a unos agentes policiales que ven cómo su trabajo es sistemáticamente maquillado por intereses políticos.
Anestesia social
En LA BANDERA nos preguntamos lo que muchos: ¿Qué busca el ministro mirando para otro lado? La respuesta parece ser la supervivencia política de un Ejecutivo que prefiere la anestesia social antes que admitir fallos en su gestión de la seguridad.
Esta política de «buenismo» y silencio informativo es un caldo de cultivo peligroso. El yihadismo no desaparece porque el BOE o una nota de prensa lo ignoren. Al contrario, se alimenta de la debilidad institucional.
Marlaska ha convertido el Ministerio del Interior en un gabinete de relaciones públicas obsesionado con la semántica, mientras la realidad en las calles desmiente, golpe a golpe, su relato oficial.
Como apuntan muchos analistas en medios y redes sociales, “España no puede permitirse un ministro que, ante el terror, elige el silencio. Ocultar la amenaza no nos hace más seguros, solo nos hace más vulnerables. Es hora de que Marlaska deje de mirar para otro lado y asuma la realidad que se empeña en negar”.








