Los trabajadores del Sistema Nacional de Salud están llamados a secundar una huelga indefinida a partir del 27 de enero que se repetirá cada martes
Sanidad, al borde del colapso. La ministra Mónica García, su sinrazón y su irresponsabilidad ideológica va a poner en riesgo la salud de los españoles.
La gestión del Ministerio de Sanidad, bajo el mando de la ministra Mónica García, ha dejado de ser una cuestión de servicio público para convertirse en un campo de batalla ideológico.
En lugar de abordar los problemas reales que asfixian el Sistema Nacional de Salud, la ministra se dedica a una cruzada sectaria que está llevando al sistema al borde del colapso, tal como demuestra la inminente amenaza de una huelga médica de diez días impulsada por su polémica reforma del Estatuto Marco.
Una obsesión enfermiza
Esta situación confirma el fracaso rotundo de la izquierda progresista cuando abandona la gestión para abrazar el dogma. El primer síntoma de esta irresponsabilidad es su obsesión enfermiza con la denominada «colaboración público-privada». Es un modelo que, le guste o no a su formación, ha demostrado ser una herramienta eficaz para reducir las listas de espera en regiones de gestión conservadora, con datos que sonrojan a las comunidades gobernadas por el PSOE.
La ministra García, imbuida en una ideología radical y alejada de toda pragmática, ha dedicado su tiempo a criminalizar a profesionales y a sabotear la eficiencia sanitaria en nombre de una pureza ideológica que solo genera escasez y caos.
Persecución política
Sus recientes ataques y la persecución política de datos de cribados en autonomías del Partido Popular no buscan mejorar la sanidad, sino montar un show político para tapar su propia ineficacia.
Es el sectarismo llevado al grado máximo, utilizando la salud de los ciudadanos como munición para golpear a sus adversarios, mientras ignora la crisis de personal y la fatiga en los centros de salud. La ministra se enfoca en alimentar el relato político de la Moncloa —criticando incluso la mejora del concierto de Muface que da libertad de elección a los funcionarios— mientras los médicos están exhaustos.
La falta de diálogo, la imposición de cambios regulatorios sin consenso y la utilización del Ministerio como una herramienta de ataque partidista son la verdadera traición a los profesionales. De ahí la huelga programada.
La Sanidad requiere inversión real, sí, pero también gestión profesional y respeto por quienes la sostienen, no mítines de la izquierda radical que demonizan a quien busca soluciones rápidas y eficientes.
España tiene hoy al frente de un ministerio tan sensible a una persona que prioriza la guerra cultural sobre la vida de los pacientes. Si la ministra García no puede o no quiere gestionar, sino solo hacer política de trinchera, la única opción responsable es que “dimita y libere a la sanidad de su yugo progresista. Así lo señalan muchos expertos a este medio”. Y es que “el futuro del sistema no puede seguir secuestrado por el dogmatismo”.








