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Cataluña, en alerta máxima: el Besòs amenaza con desbordarse, lluvias torrenciales y apagones que evidencian la fragilidad del sistema

Grandes precipitaciones en Cataluña / David Izquierdo

Cataluña afronta horas críticas bajo un episodio de lluvias intensas que ha elevado el nivel de alerta en gran parte del territorio. El riesgo de grandes inundaciones es ya una realidad palpable en varios puntos, mientras los cortes de suministro eléctrico se multiplican y miles de ciudadanos padecen las consecuencias de un temporal que vuelve a poner contra las cuerdas a las infraestructuras esenciales.

Uno de los focos de mayor preocupación se sitúa en el área metropolitana de Barcelona. El río Besòs, a su paso entre Santa Coloma de Gramenet, Badalona y Sant Adrià del Besòs, ha alcanzado niveles críticos y comienza a desbordarse en algunos tramos, obligando a extremar la vigilancia y a activar protocolos de emergencia. Las imágenes de un caudal desbocado avanzando con fuerza por zonas próximas a áreas urbanas reflejan la magnitud del peligro.

Protección Civil mantiene activados los avisos por lluvias torrenciales y acumulaciones persistentes que podrían provocar nuevos desbordamientos de ríos y rieras, especialmente en municipios densamente poblados. Las autoridades insisten en la necesidad de evitar desplazamientos innecesarios, no acercarse a cauces fluviales y seguir únicamente información oficial.

Sin embargo, el temporal no solo amenaza con el agua. Los apagones eléctricos registrados en distintas comarcas catalanas han dejado a miles de hogares, comercios y empresas sin suministro durante horas. Semáforos apagados, transporte afectado y servicios básicos funcionando bajo mínimos han devuelto una estampa inquietante que se repite cada vez que la meteorología se vuelve adversa.

Las compañías eléctricas atribuyen las incidencias al fuerte temporal y aseguran trabajar contrarreloj para restablecer el servicio. Pero la reiteración de estos episodios vuelve a abrir un debate incómodo: la vulnerabilidad de la red eléctrica ante fenómenos climáticos extremos que ya no pueden considerarse excepcionales. El impacto no es solo técnico, sino social y económico, especialmente para pequeños negocios y colectivos vulnerables.

Los ayuntamientos del área metropolitana observan con inquietud la evolución del Besòs, un río históricamente conflictivo cuando las lluvias se intensifican. A pesar de las actuaciones realizadas en las últimas décadas, el riesgo persiste, y el crecimiento urbano en zonas próximas al cauce añade presión a un sistema que exige vigilancia constante y capacidad de respuesta inmediata.

Este nuevo episodio vuelve a evidenciar las carencias estructurales en materia de prevención, mantenimiento y planificación. Infraestructuras envejecidas, redes eléctricas expuestas y sistemas de drenaje insuficientes conforman un cóctel peligroso en un contexto de cambio climático que multiplica la frecuencia y la intensidad de estos temporales.

Cataluña permanece, por ahora, en vilo. El agua sigue cayendo, el Besòs continúa creciendo y la incertidumbre se instala entre los vecinos de las zonas más expuestas. La prioridad es evitar daños personales, pero el temporal deja una advertencia clara: sin inversión, previsión y coordinación eficaz, cada alerta meteorológica amenaza con convertirse en una crisis mayor.

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