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Barcelona recupera el agua, las fuentes… y el sentido común: adiós al abandono urbano tras años de restricciones mal gestionadas

La ciudad vuelve a brillar: fin a la sequía, y también a la parálisis estética

Después de casi tres años de restricciones extremas marcadas por una de las peores sequías del siglo XXI, Barcelona por fin da un paso hacia la normalidad. Con los embalses recuperando niveles estables y la Generalitat levantando oficialmente la alerta por sequía, el Ayuntamiento se ha visto obligado a mover ficha: las fuentes ornamentales volverán a funcionar, y el riego de jardines se reactivará.

Lo que debería ser una medida lógica, llega tras años de decisiones más ideológicas que técnicas, donde la sostenibilidad fue excusa para justificar una ciudad más apagada, más gris y menos habitable. El agua ha vuelto, pero también la esperanza de que Barcelona recupere su esplendor y deje atrás un urbanismo de abandono estético disfrazado de ecologismo.

Tres fases para reactivar el patrimonio urbano… demasiado tarde

El plan de reapertura de las fuentes será escalonado. Lo ha anunciado el alcalde Jaume Collboni, en un intento por mostrar orden y estrategia tras meses de inacción visible.

  • Primera fase (abril-junio): se reactivan 74 fuentes pequeñas, las más fáciles de poner en marcha.
  • Segunda fase (verano-otoño): entrarán en funcionamiento 73 fuentes medianas. Aquí se incluye la joya de la corona: la Fuente Mágica de Montjuïc, que además será modernizada con mejoras en iluminación y sonido.
  • Tercera fase (finales de 2025 en adelante): se prevé la reapertura de 72 fuentes grandes, muchas de ellas cerradas desde 2022. Son las que requieren más inversión técnica.

La planificación es correcta, pero tardía. Se podría haber avanzado mucho más si durante los años de sequía se hubiera apostado, por ejemplo, por circuitos de agua cerrados, sistemas de reciclaje hídrico o por mantener al menos las fuentes principales con agua freática o regenerada. La parálisis no fue solo por falta de agua, sino por falta de voluntad.

Riego urbano: el verde vuelve, pero el daño ya está hecho

Uno de los símbolos más claros del abandono institucional ha sido el estado de los jardines, parques y arbolado de la ciudad. Durante la sequía, se prohibió el riego con agua potable y se redujo drásticamente el uso de aguas freáticas. El resultado: miles de árboles y zonas verdes secas, deterioradas y, en algunos casos, completamente perdidas.

Ahora el Ayuntamiento permite de nuevo el uso de agua potable para riego, aunque con la condición de priorizar el uso de aguas subterráneas. También se ha anunciado un plan de reposición de 1.500 árboles. ¿Es suficiente? No. Pero es un comienzo, siempre que se gestione con transparencia, inversión y, sobre todo, voluntad política más allá del discurso ambientalista.

El verdadero esfuerzo lo hicieron los ciudadanos, no las instituciones

Entre 2022 y 2024, el consumo de agua en Barcelona se redujo un 40%. ¿Gracias a quién? A los ciudadanos y a las empresas, que supieron adaptarse, invertir y ahorrar. Mientras tanto, desde el Ayuntamiento no se adelantaron medidas preventivas ni se impulsaron soluciones técnicas duraderas. Ahora, a modo de “lavado de cara”, se anuncian 20 millones de euros para construir depósitos pluviales y reforzar la infraestructura hídrica. Una buena medida… que llega tarde.

Si se hubiera apostado antes por la captación de aguas pluviales, la digitalización del control de riegos o la inversión en sistemas de regeneración, muchas fuentes y jardines no habrían tenido que apagarse. Se prefirió el mensaje fácil: “todo cerrado por sostenibilidad”.

Barcelona necesita belleza, vida urbana y responsabilidad

Durante estos años, la ciudad ha estado más apagada que nunca. Las fuentes —elementos de identidad cultural y turística— se convirtieron en estanques secos, llenos de polvo. Las zonas verdes pasaron a marrones, y el espacio público perdió atractivo para vecinos y visitantes.

Hoy, con la reapertura progresiva de fuentes y jardines, no solo se recupera agua. Se recupera una parte del alma de Barcelona. Es hora de dejar atrás las políticas urbanas de apariencia y pasar a la acción real, donde el equilibrio entre sostenibilidad, estética y funcionalidad sea la norma, no la excepción.

Conclusión: el final de la sequía debe ser también el final de una etapa oscura de mala gestión

La naturaleza ha hecho su parte. La ciudadanía también. Ahora le toca al Ayuntamiento estar a la altura. La reapertura de fuentes y el regreso del verde deben ser el primer paso para recuperar una Barcelona viva, orgullosa de su imagen y gestionada con responsabilidad. Ya no hay excusas: lo que se perdió por incompetencia, debe recuperarse con eficacia.

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