La Guardia Civil ha vuelto a actuar contra el terrorismo en Barcelona. En una nueva operación, las fuerzas de seguridad han irrumpido en un piso del barrio del Eixample para desmantelar una célula vinculada al grupo islamista Hezbollah, una organización terrorista financiada por Irán y enemiga declarada de Occidente y sus valores democráticos. Se sospecha que esta red se dedicaba a la compra de material tecnológico para fabricar drones con los que atacar a Israel.
Este operativo es la continuación de la acción policial que tuvo lugar en julio del año pasado y que ya permitió la detención de varios individuos en Barcelona y Badalona, todos ellos con vínculos con el Líbano. Aquella operación puso de manifiesto lo que muchos llevamos denunciando desde hace tiempo: la Ciudad Condal se ha convertido en un refugio para el terrorismo islamista y las redes criminales internacionales gracias a años de políticas laxas en materia de inmigración y seguridad.
Barcelona, una ciudad bajo amenaza
En los últimos meses, la escalada de operaciones antiterroristas en Barcelona evidencia una preocupante realidad. La ciudad, gobernada durante años por fuerzas progresistas obsesionadas con el multiculturalismo y la corrección política, ha dejado de lado la seguridad ciudadana, permitiendo la proliferación de células extremistas que atentan contra nuestra forma de vida.
Recientemente, los Mossos d’Esquadra, la Policía Nacional y la policía italiana desmantelaron otra red terrorista con 10 detenidos en Barcelona y otras localidades cercanas. Estos individuos, de origen pakistaní, habían comenzado a seleccionar objetivos para atentados, demostrando que el peligro ya no es una posibilidad lejana, sino una amenaza inminente.
El enemigo ya está dentro
La realidad es clara: España y Europa están pagando el precio de años de políticas migratorias irresponsables y de una falta de acción contundente contra el radicalismo islámico. Mientras los gobiernos progresistas insisten en abrir las puertas sin control, los ciudadanos honestos viven con el temor de que cualquier día un nuevo atentado golpee nuestras calles.
La Guardia Civil, la Policía Nacional y otros cuerpos de seguridad del Estado están realizando una labor titánica en un entorno político que les es adverso, donde se les pone trabas para actuar con la contundencia necesaria. Es hora de que la sociedad despierte y exija mano dura contra el terrorismo, la inmigración descontrolada y la permisividad ideológica que han convertido a Barcelona en un nido de radicales.
No podemos seguir ignorando la realidad: o defendemos nuestras fronteras, nuestra cultura y nuestros valores, o el fanatismo acabará imponiéndose en nuestro propio hogar.
Por la seguridad, la ley y el orden: ya basta de buenismo irresponsable.








