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Bolaños intenta blindar las siglas del PSOE ante la corrupción admitiendo errores solo en la selección de personal

El ministro de Presidencia despliega la estrategia del cortafuegos: salvar los «valores» del partido mientras la trama Koldo y las investigaciones judiciales cercan a figuras clave del sanchismo

En un intento por contener la hemorragia política que sufre el Gobierno, el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, ha protagonizado este martes una maniobra discursiva de manual: admitir culpa parcial para evitar la condena total. Ante las crecientes evidencias que cercan al PSOE en diversas tramas de presunta corrupción, Bolaños ha reconocido que el partido «ha podido equivocarse en las personas», en clara referencia a figuras como Koldo García o el exministro José Luis Ábalos, pero ha defendido con vehemencia que no se han equivocado «en los valores».

Esta distinción, lejos de ser un ejercicio de autocrítica sincera, responde a una estrategia de control de daños diseñada en los laboratorios de Moncloa. El objetivo es quirúrgico: aislar los casos de corrupción como «manzanas podridas» o errores individuales de casting, protegiendo así la marca PSOE y, sobre todo, la figura del presidente Pedro Sánchez, de una responsabilidad política in vigilando que ya muchos consideran ineludible.

La falacia de los valores frente a los hechos

Sin embargo, la realidad judicial choca frontalmente con este relato. No estamos hablando de un caso aislado de un cargo intermedio que se lucra a espaldas del partido. Las investigaciones de la UCO y la Audiencia Nacional dibujan una trama sistémica que anidó en el corazón del Ministerio de Transportes y que tuvo ramificaciones en varios ministerios y gobiernos autonómicos durante los peores meses de la pandemia. ¿Fueron errores en las personas o fue un sistema de gobernanza que relajó los controles hasta permitir el saqueo de dinero público?

Defender los «valores» socialistas mientras se investiga el tráfico de influencias, el cohecho y el blanqueo de capitales en el entorno más cercano al poder resulta, cuanto menos, un ejercicio de equilibrismo político de alto riesgo. La ciudadanía, castigada por la inflación y la presión fiscal, observa con estupor cómo quienes debían gestionar la crisis sanitaria se dedicaban, presuntamente, a enriquecerse.

Un Gobierno a la defensiva

Las declaraciones de Bolaños evidencian el estado de nerviosismo que se vive en el Ejecutivo. La estrategia de «el que la hace la paga» y de la «tolerancia cero» se desmorona cuando los tiempos judiciales no coinciden con los tiempos políticos y cuando cada semana aparecen nuevas revelaciones que apuntan más arriba. La distinción entre personas y valores es el último dique de contención antes de que la responsabilidad política alcance la mesa del Consejo de Ministros.

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Bolaños puede intentar salvar los muebles, pero la credibilidad del Gobierno está en entredicho. La justicia, lenta pero inexorable, será la que determine si el fallo fue de las personas o si los valores, simplemente, se quedaron en el eslogan electoral.

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