Moncloa buscó evitar titulares incómodos, se ordenó aminorar la marcha para llegar tarde y se comunicó a Israel que el barco no intervendría en ningún caso
La presunta operación humanitaria del Gobierno con los flotilleros propalestinos de Gaza fue una pantomima en toda regla. Con la improvisación desastrada habitual del Gobierno, se apañó en doce horas la partida del buque de acción marítima Furor (P-46) de la Armada Española desde Cartagena con destino al Mediterráneo oriental.
Oficialmente, debía proteger a la llamada “flotilla por Gaza”, en la que viajaban 65 activistas españoles de ultraizquierda, entre ellos Ada Colau, rumbo a romper el bloqueo israelí. Fuentes militares que participaron en la misión lo definen sin rodeos a The Objective: “Fue un auténtico paripé”.
La cadena de órdenes desde Madrid no buscaba intervenir, sino evitar titulares incómodos. Se pidió al capitán del Furor aminorar la marcha para no llegar demasiado pronto, y se estableció contacto con las Fuerzas de Defensa de Israel para dejar claro que el barco español no intervendría en ningún caso.
Nunca llegaron a encontrarse, las órdenes de ‘no destacar’ y las llamadas a Colau
La situación rozó lo absurdo: el buque navegaba sin su jefe de máquinas, solo llevaba dos sanitarios a bordo en lugar de ocho, y contaba con un equipo de Infantería de Marina que nunca llegó a desplegarse. La orden era clara: observar, informar y no aparecer en los medios.
Según revelan los mandos consultados, el Ministerio de Defensa facilitó al capitán del Furor el número personal de Ada Colau con la instrucción de llamarla “para saber si necesitaban algo”. La exalcaldesa de Barcelona jamás contestó. Tampoco el capitán del barco en el que viajaba ni sus compañeros de misión.
El Furor se situó a 15 millas náuticas de la flotilla, sin contacto visual. Todo se siguió por radar y sistemas electrónicos. La instrucción israelí fue precisa: “Estamos listos para detener la flotilla sin armas”. Desde el puente del Furor se limitó a responder: “Recibido”.
Nervios en Moncloa y una vuelta discreta del Furor
Cuando Israel comunicó su inminente intervención, el pánico se desató en Moncloa. Un alto cargo del Gobierno llamó a Colau para pedirle que diera la vuelta. Ella se negó. Poco después, el Furor recibió la orden de regresar a España. Pero tampoco ese regreso podía ser noticia: Defensa ordenó hacer escala en Malta durante 24 horas para evitar cámaras a su llegada a Cartagena.
Entre los tripulantes, la sensación fue amarga, señala el citado medio. Cumplieron su deber con rigor, pero se sintieron utilizados para una operación política más que militar. “Nos emplearon para hacer gestos de cara a la galería, no para proteger a nadie”, confiesan.
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