El Congreso de los Diputados ha dado un paso histórico y explosivo: ha iniciado el trámite para suspender los derechos y funciones parlamentarias de José Luis Ábalos, pocas horas después de que el Tribunal Supremo ordenara su ingreso inmediato en prisión provisional.
La entrada en prisión de Ábalos y Koldo ya figura como uno de los momentos más turbulentos de la política española reciente, y dentro del PSOE el clima es de inquietud, nervios y silencios tensos.
La palabra que más se repite hoy en Ferraz es una: miedo.
Miedo a su reacción, miedo a lo que pueda contar, miedo a que intente “embarrar” al Gobierno, como admiten fuentes socialistas.
El Congreso mueve ficha: suspensión en marcha
La Presidencia de la Cámara Baja ha enviado un oficio al Tribunal Supremo para que certifique el auto de procesamiento y la decisión de prisión provisional de Ábalos. Con ese documento, el Congreso activará formalmente el mecanismo para suspenderle de sus funciones como diputado, perdiendo todos sus derechos parlamentarios.
El trámite es automático, pero el contexto lo convierte en un suceso sin precedentes:
Es la primera vez que un diputado en activo de la democracia española entra en prisión mientras mantiene todavía su acta.
El Supremo, en una vistilla extraordinaria, modificó las medidas cautelares vigentes: Ábalos y Koldo habían alegado arraigo familiar y la imposibilidad de “irse a ningún sitio”, pero el instructor —el magistrado Leopoldo Puente— consideró que el riesgo de destrucción de pruebas y contactos era demasiado alto.
“Dormirá entre rejas”: la oposición carga con toda la artillería
La primera reacción llegó desde el Partido Popular. Cuca Gamarra lanzó un mensaje demoledor:
“Ábalos dormirá hoy entre rejas. El sanchismo vuelve a hacer historia”.
Señaló un dato especialmente incómodo para el PSOE:
es el segundo secretario de Organización del partido de Sánchez que acaba en prisión.
Gamarra recordó también la ovación cerrada que se le dio en el Congreso en 2020, en plena polémica del caso Delcy Rodríguez.
La narrativa es evidente: quienes un día le aplaudían, hoy guardan silencio.
Sánchez evita pronunciar su nombre
La noticia saltó mientras Pedro Sánchez intervenía en un acto junto a los sindicatos.
A la salida, los periodistas buscaron su reacción: silencio absoluto.
Fuentes del Ejecutivo se limitaron a repetir lo ya dicho:
—“Actuamos con contundencia.”
—“Le pedimos desde el primer día que dejase el acta.”
—“No tenemos ningún temor.”
Pero en privado, según varias fuentes, la sensación es menos firme. Ábalos sabe demasiado: reuniones, encargos, contactos, decisiones internas y episodios de una etapa crítica para el PSOE.
La pregunta que circula en el partido es la misma que resonó el día anterior tras las palabras de García-Page:
¿qué hará Ábalos cuando esté dentro? ¿Hablará?
Golpe psicológico en el PSOE: “Puede pasar cualquier cosa”
Desde filas socialistas el desconcierto es total. Hablan de giro inesperado, de un “derrumbe personal” de Ábalos que nadie esperaba, y de un escenario abierto que puede derivar en cualquier dirección.
La inquietud es máxima por un motivo simple:
un político herido, traicionado y acorralado judicialmente puede convertirse en un enemigo impredecible.
Algunos temen que, si siente que el partido le ha dado la espalda, decida arrastrar a otros con él, disparando información, mensajes o detalles que puedan comprometer al Gobierno en pleno año de tensión institucional.
Todo esto no ocurre en un vacío: contenidos como la UCO volverá a Ferraz a por pruebas sobre presunta financiación irregular del PSOE o el Supremo investiga la posible relación entre sobres y comisiones ilegales —ambos recogidos en el sitemap del medio— marcan un contexto que alimenta la preocupación interna.
Un exministro en caída libre
La imagen de Ábalos llegando al Tribunal Supremo lo decía todo: cansancio, aislamiento, derrota.
Quienes le conocen aseguran que la presión de los últimos meses ha sido insoportable y que su relación con el partido se ha roto por completo.
Su arresto será un punto de inflexión.
Y la suspensión del Congreso, otro.
Ya no es solo un problema judicial:
es un problema político que puede tener consecuencias en la legislatura y dentro del PSOE.
¿Qué ocurre ahora?
El procedimiento es claro:
- El Congreso recibe la certificación del Supremo.
- La Mesa activa la suspensión de derechos y atribuciones.
- Ábalos pierde voz, voto y funciones como diputado.
- Su situación queda en manos exclusivas del juez.
A partir de aquí, todo dependerá de lo que ocurra en prisión, de la estrategia de su defensa… y de cuánto esté dispuesto a contar.
La legislatura, como dijo García-Page, “es un laberinto sin salida”.
Hoy, con Ábalos entrando entre rejas, el laberinto se estrecha todavía más.








