Colapso del régimen comunista de los Castro: los cubanos ya no pueden más ante décadas de abandono y política criminal
En un impactante testimonio que revela las profundidades de la agonía cubana, el doctor y activista exiliado Lucio Enríquez Nodarse describe la isla de Cuba no como víctima de una simple pandemia. Ya habla de ‘sindemia’. Es decir, un cóctel letal de epidemias arbovirales como el dengue y chikungunya, que azotan a una población exhausta, malnutrida y desprotegida por un sistema de salud en ruinas.
En una exclusiva entrevista concedida al medio digital Nuestra España, Enríquez, reconocido por su labor en la denuncia de violaciones a los derechos humanos en Cuba, alerta sobre miles de muertes evitables y un régimen más interesado en la propaganda que en salvar vidas.
La situación epidemiológica, según Enríquez, es «catastrófica«. «No estamos ante un brote puntual, sino ante una ‘sindemia’: “varias epidemias de arbovirosis solapadas sobre una población agotada, malnutrida y sin acceso real a un sistema sanitario funcional», afirma el médico.
Basa sus conclusiones en serologías y testimonios de cubanos que huyen al exterior. Las cifras oficiales, minimizadas por el gobierno de Cuba, ocultan una transmisión masiva: con un 0,1% de mortalidad por chikungunya, si ocho millones de personas se infectan –un escenario plausible–, el saldo podría ascender a 8.000 fallecidos.
Brotes de malaria o viruela del mono circulan en rumores, pero Enríquez exige pruebas de laboratorio para confirmarlos, criticando la desinformación que distrae de la tragedia real.
Abandono, políticas criminales y corrupción comunista
Las causas, detalla el activista, no son fortuitas, sino el fruto de «décadas de abandono, corrupción y decisiones políticas criminales». Hospitales sin agua corriente, plagas en las salas y listas de espera interminables definen un colapso total.
La atención primaria, antaño emblema de la Revolución castrista en Cuba, está desbordada: médicos de familia ausentes por «misiones» en el extranjero, sin herramientas ni supervisión.
Por otro lado, jóvenes residentes y estudiantes extranjeros, mal formados, cometen malas praxis por la presión de un sistema que prioriza la cantidad sobre la calidad. «Es un sistema que ha colapsado, pero no lo reconocen oficialmente», denuncia.
El castrismo manipula datos y censura
El régimen cubano, acusa Enríquez, juega un rol «absolutamente irresponsable y criminal«. En lugar de declarar una emergencia y solicitar ayuda internacional transparente, manipula datos y censura a los profesionales.
La exportación de médicos –miles enviados a Angola, Venezuela o Qatar– genera divisas a costa de la isla: los galenos reciben menos del 10% de lo que pagan los países receptores, mientras Cuba se desangra en especialistas. «Eso no es cooperación; es un negocio estatal con mano de obra altamente calificada y mal pagada», sostiene.
Prácticas como la retención de pasaportes y amenazas a familias configuran, a su juicio, «trata de personas y trabajo forzoso«, un escándalo ético que la ONU y ONG’s en Cuba ignoran por «complacencia preocupante».
Económicamente, la ‘sindemia’ agrava una pobreza crónica que debilita inmunes y fomenta vectores como mosquitos en basureros a cielo abierto. Migratoriamente, acelera la diáspora: cubanos buscan análisis en el exilio, revelando infecciones generalizadas.
Ni libertad ni respeto por la vida
A corto plazo, Enríquez prevé «infecciones más graves, descompensaciones en vulnerables y secuelas crónicas como artralgias persistentes». A largo, una «huella sanitaria y social de años».
El doctor, exiliado y opositor al Partido Comunista, no se limita a lo médico. «La solución no es solo mandar mosquiteros e insecticidas, sino libertad, instituciones serias y respeto por la vida«. Su llamado resuena en un diciembre donde la isla de Cuba, lejos de la «potencia médica» propagandística, sufre el precio de la opacidad.
Y mientras el mundo observa, Cuba clama por transparencia antes de que la ‘sindemia’ devore lo poco que queda. Y lo sigue haciendo, día a día. Sin remedio.








