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La ruina industrial del socialismo se cobra otra víctima y deja a cientos de familias en la calle

España pierde industria mientras el Gobierno dispara costes energéticos y carga fiscal. Más cierres, más paro y un desierto industrial que avanza sin freno.

El desierto industrial avanza en España

Otra fábrica que cierra, otro drama para cientos de familias trabajadoras. La política económica de este Gobierno, basada en impuestos confiscatorios y costes energéticos disparados por su fanatismo climático, está desmantelando nuestro tejido productivo. España se apaga industrialmente mientras Sánchez presume de datos macroeconómicos que nadie se cree.

Empresas asfixiadas, trabajadores abandonados

No es mala suerte, es socialismo. Las empresas no cierran por capricho, cierran porque es imposible ser competitivo en un país que penaliza al que crea riqueza. Los sindicatos, tan rápidos para manifestarse contra la derecha, guardan un silencio vergonzoso mientras sus ‘compañeros’ se van al paro.

Necesitamos un plan de reindustrialización real

Menos Agenda 2030 y más fábricas. Esa debería ser la prioridad. Necesitamos energía barata, menos burocracia y un entorno fiscal amable para que invertir en España no sea un deporte de riesgo. Cada persiana que se baja es un fracaso de un modelo económico que nos lleva a la irrelevancia y a la pobreza.

Un país que renuncia a producir

Lo más preocupante es que el cierre de industrias ya no es un hecho aislado, sino una tendencia consolidada. La deslocalización aumenta, la inversión extranjera se frena y las pymes industriales, que son el corazón del empleo estable, se ven obligadas a reducir plantilla o directamente a desaparecer.

España parece haber renunciado al sector que garantiza salarios altos, innovación y autonomía económica. Sin industria, un país se convierte en un simple consumidor que depende del exterior para todo: energía, tecnología, manufactura y conocimiento.

La factura energética: un golpe mortal

Mientras Francia apuesta por la energía nuclear para asegurar electricidad barata y estable, el Gobierno español ha preferido cerrar centrales y disparar la dependencia exterior. Esa decisión ideológica ha convertido la factura eléctrica en un lastre insoportable para miles de empresas.

Con precios que duplican los de nuestros competidores europeos, ¿cómo puede sobrevivir una fábrica española? La respuesta es sencilla: no sobrevive. Cierra.

La burocracia que estrangula cualquier proyecto

La industria necesita agilidad, permisos rápidos, normativas claras y estabilidad jurídica. En España ocurre exactamente lo contrario. Cualquier ampliación, reforma o nueva planta se enfrenta a meses —o incluso años— de trámites, informes duplicados y barreras absurdas.

Cuando una empresa tiene que decidir dónde abrir una fábrica, no lo hace donde hay discursos grandilocuentes, sino donde hay certezas. Y hoy España ofrece todo menos certezas.

Carga fiscal récord, incentivos mínimos

Mientras otros países bajan impuestos para atraer inversión, aquí se suben una y otra vez. La presión fiscal real sobre la industria española es una de las más altas de Europa, lo que desincentiva cualquier intento de crecer.

El resultado es evidente: la productividad cae, la innovación se frena y el empleo industrial se desploma.

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El drama humano detrás del desierto industrial

Cada fábrica que cierra no es solo un dato económico. Es una familia que pierde ingresos, un barrio que se apaga, un pueblo que se vacía, una generación de jóvenes que se marcha.
El Gobierno vende recuperación, pero en los polígonos industriales la realidad es la contraria: naves vacías, persianas echadas y trabajadores condenados a empleos precarios en sectores de baja cualificación.

España necesita un giro de 180 grados

Si queremos dejar de ser un país de servicios mal pagados, necesitamos recuperar la industria como prioridad nacional. Eso implica energía barata, impuestos competitivos, seguridad jurídica y una administración que facilite, no que entorpezca.

Seguir por el camino actual solo acelerará el desierto industrial que ya se extiende por toda España.

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