Madrid vuelve a ser escenario de la inseguridad galopante que provocan los menas delincuentes que campen a sus anchas por nuestras calles gracias a la impunidad del sistema. Dos menores extranjeros no acompañados acogidos en el centro de Hortaleza, con más de 20 antecedentes cada uno, fueron detenidos el pasado domingo por su implicación en un robo con fuerza en un bar de Ciudad Lineal. Pero lo más grave no es eso, sino lo que vino después: la Fiscalía de Menores los dejó en libertad y uno de ellos cometió un nuevo robo ese mismo día, obligando a una segunda intervención policial.
Estamos ante un ejemplo perfecto de cómo funciona (o mejor dicho, cómo no funciona) el sistema de justicia juvenil en España. Dos delincuentes reincidentes, con decenas de delitos a sus espaldas, que entran y salen de comisaría como si fuera un hotel, sin que nada ni nadie les ponga freno. Mientras tanto, los ciudadanos de bien viven atemorizados, viendo cómo sus negocios son asaltados una y otra vez por los mismos individuos que la justicia se niega a apartar de las calles.
El fraude de los falsos menas
El problema de los menas delincuentes no es nuevo, pero se ha agravado exponencialmente en los últimos años. Muchos de estos supuestos «menores» son en realidad adultos que se hacen pasar por niños para beneficiarse de un sistema ultragarantista que les protege de la justicia ordinaria. Las pruebas de determinación de edad son voluntarias y fácilmente evitables, lo que permite que individuos de 20, 25 o incluso 30 años sigan siendo tratados como menores inimputables.
El resultado es que tenemos a delincuentes profesionales operando con total impunidad, sabiendo que hagan lo que hagan, las consecuencias van a ser mínimas. Roban, agreden, trafican con drogas, y al día siguiente están de vuelta en la calle, listos para volver a delinquir. Es una burla al Estado de Derecho y un insulto a las víctimas de sus delitos.
Como ya informamos sobre el preso fugado que asesinó a una anciana, la inseguridad en España está alcanzando niveles alarmantes. Y casos como el de estos dos menas de Hortaleza demuestran que el sistema judicial es incapaz de proteger a los ciudadanos.
La Fiscalía de Menores, cómplice de la delincuencia
La decisión de la Fiscalía de Menores de poner en libertad a estos dos delincuentes reincidentes es sencillamente incomprensible. ¿Qué más tienen que hacer para que se les aparte de las calles? ¿Cuántos delitos más tienen que cometer para que alguien decida que representan un peligro para la sociedad y que deben ser internados?
La Ley de Responsabilidad Penal del Menor, en su versión actual, es un despropósito que prioriza los derechos de los delincuentes por encima de los derechos de las víctimas y de la seguridad de la ciudadanía. Necesitamos una reforma urgente que endurezca las penas, que permita el internamiento de menores reincidentes y que acabe con la impunidad de la que gozan actualmente.
Los centros de acogida, viveros de delincuencia
Los centros de acogida de menas se han convertido en muchos casos en auténticos viveros de delincuencia. Lejos de ser lugares de integración y educación, son espacios donde los menores aprenden técnicas delictivas, se radicalizan y establecen contactos con redes criminales. Los educadores están desbordados, sin medios y sin autoridad para imponer disciplina.
Además, muchos de estos centros están ubicados en barrios residenciales, lo que genera problemas de convivencia y un aumento de la delincuencia en las zonas circundantes. Los vecinos viven atemorizados, viendo cómo sus calles se convierten en territorio hostil donde los robos, las peleas y las agresiones son el pan de cada día.
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El caso de los dos menas de Hortaleza es solo la punta del iceberg de un problema mucho más grave: la impunidad de la delincuencia juvenil en España. Mientras no reformemos la ley, mientras no endurezcamos las penas, mientras no dotemos de medios a policías y jueces, seguiremos asistiendo a casos como este. Y los únicos perjudicados serán los ciudadanos de bien, que ven cómo sus derechos son pisoteados en nombre de un garantismo mal entendido que solo beneficia a los delincuentes.








