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El ataque de Sánchez a la Universidad Privada no es ninguna broma

Lo que está pasando con Sánchez y su gobierno no es una cortina de humo para que dejemos de hablar de sus líos. Es un plan maquiavélico y la hoja de ruta izquierdista. ¿De qué va todo esto? De acabar con las universidades privadas, de imponer un sesgo izquierdista en la educación y de asegurarse de que él y los suyos se queden en el poder mientras nuestros hijos y nietos trabajen para sus descendientes. ¿Suena a distopía? Pues agárrate, porque no es una película de ciencia ficción, es lo que están tramando.

Después de las declaraciones de la choni mayor del reino, Chiqui Montero, el gobierno anunció que quiere revocar las autorizaciones a las universidades privadas que no tengan al menos 4,500 alumnos. A simple vista podrías pensar que es una medida técnica, algo de “calidad académica” como lo venden ellos. Pero cuando rascas un poco y ves el contexto, la cosa cambia. Esto no es un capricho, es una jugada para controlarlo todo: el relato, la educación, las cabezas de los jóvenes.

Primero, pongamos las cosas en perspectiva. Vox está subiendo como la espuma y ya roza el 30% entre los menores de 25 años. Esto no es casualidad. Tradicionalmente, los jóvenes votaban a la izquierda porque ¿quién no quiere que le den algo cuando no tienes nada? La redistribución de la riqueza suena genial cuando dependes de la paga. Pero cuando creces, empiezas a tener cosas y te das cuenta de que redistribuir significa que te van a quitar, la cosa cambia.

Y ahí es donde el PSOE y el PP, el bipartidismo de toda la vida, pierden el voto

Cuarenta años de promesas vacías, un futuro que pinta gris y una criminalización constante en los medios y las aulas de la “población autóctona” han hecho que los chavales ya no se fíen ni de unos ni de otros. Y no es para menos.

Recuerda las palabras de Isabel Celaá, esa perla que soltó sin despeinarse: “No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”. ¿Perdona? Si no son de los padres, ¿de quién son? Del Estado, claro, o sea, de ellos, de los políticos. Pero luego te enteras de que esta señora mandó a sus hijas a colegios privados, igual que Marisu Montero o tantos otros socialistas que predican una cosa y hacen otra. Para nuestros hijos, la tablet y un sistema educativo cada vez más devaluado; para los suyos, Cicerón y la excelencia. ¿Coherencia? Cero. ¿Hipocresía? A raudales.

Y es que el PSOE lleva años jugando a esto. Cada reforma educativa baja más el listón. Titularse no es complicado, pero la gente sale peor formada que nunca. Más analfabetos funcionales. ¿Casualidad? No, es justo lo que buscan: una población que no piense, que no compita con sus hijos, que dependa del Estado y que trague con el relato que les meten por los ojos.

Pero les ha salido el tiro por la culata. El ser humano tiene sed de conocimiento, y gracias a internet, cualquiera puede formarse por su cuenta. El adoctrinamiento en las aulas ha creado una reacción brutal: si me llamas opresor y privilegiado por ser hombre y blanco cuando soy un chaval que no ha hecho nada a nadie, lo normal es que me rebele. Y eso está pasando.

Entonces, ¿cuál es el siguiente paso del gobierno?

Ir a por las universidades que no controlan. Las públicas ya las tienen en el bolsillo. Pero las privadas, esas que se les escapan, son el objetivo. Quieren acabar con nuestras tradiciones, con nuestra identidad. Foucault decía: el capitalismo se sostiene por la moral burguesa, así que la solución es hacer borrón y cuenta nueva. Crear un “hombre nuevo”, servicial, obediente. Y para eso no dudan en meterse hasta con los críos.

Ahí tienes el programa Skolae en Navarra, anulado por el Tribunal Supremo por corrupción de menores, o las declaraciones de Irene Montero diciendo que los niños tienen derecho a “tener relaciones sexuales con quien les dé la gana”. ¿En serio? Un niño no puede consentir, no tiene la capacidad cognitiva para entender esas cosas. Pero ellos insisten en infantilizarnos a todos, en convertirnos en adolescentes eternos que pasan de depender de los padres a depender del Estado, mientras hipersexualizan a los pequeños y les roban la inocencia.

Mira lo que hizo Mao con su Guardia Roja

Alienó a los jóvenes, cerró las universidades que no le servían y los usó para destruir todo lo que se le oponía: patrimonio, disidencia, tradición. ¿Te suena? Aquí no estamos en 1966, pero el proceso es parecido. Nadie se despierta en una dictadura de la noche a la mañana, es algo que se cocina a fuego lento, como la rana en la olla.

En España ya lo vemos: inmersión lingüística, reescritura de la historia con las leyes de memoria histórica y democrática, matemáticas con “perspectiva de género”, eliminación de la filosofía para que no pensemos, y hasta la regla de tres les estorba. Todo para que no sepamos de dónde venimos ni adónde vamos.

¿Por qué odian tanto las universidades privadas? Porque los padres deciden qué y dónde estudian sus hijos. Porque suelen tener menos alumnos por profesor y dan una atención más personalizada. Porque muchas defienden valores religiosos, éticos o culturales que el PSOE quiere borrar. Y porque compiten, mientras la pública la pauperizan para que sea un sitio de masas donde adoctrinar a gusto. Su sueño es que nuestros descendientes no puedan competir con los suyos, que dependan de ellos, que no piensen. Una persona que no piensa vota a quien le sube la ayuda, aunque antes le hayan quitado el doble.

Pero hay esperanza

Internet ha cambiado el juego. Los jóvenes se están formando solos, se están rebelando contra este status quo que les dice que son opresores por ser blancos o privilegiados por ser hombres. O que, si son mujeres, no pueden realizarse siendo madres. La izquierda no ofrece opciones, solo impone su dogma. Y las universidades, que siempre han sido centros de pensamiento, les molestan precisamente por eso: porque pensar es peligroso para ellos.

Con esta gente no hay consenso posible. No son ignorantes, son malvados. Menosprecian nuestro pasado, nos asfixian en el presente y quieren hipotecar nuestro futuro. Lo que hay que hacer es apartarlos del poder. Sánchez planea perpetuarse, sí, pero no creo que les salga bien. La juventud está despertando, y eso no lo pueden controlar. Aunque, ojo, no por eso van a dejar de intentarlo.

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