La fiebre del oro de la IA desata una tormenta perfecta en el sector de los semiconductores: los gigantes tecnológicos acaparan la producción y el consumidor pagará la factura
La revolución de la inteligencia artificial tiene un precio, y no lo van a pagar las grandes corporaciones de Silicon Valley, sino el usuario de a pie. El mercado global de la electrónica se enfrenta a una crisis de suministros sin precedentes provocada por la voracidad de la IA. El precio de las memorias RAM, componente esencial en cualquier dispositivo informático, se ha disparado un 170% en los últimos meses, un incremento brutal que amenaza con encarecer desde ordenadores portátiles hasta teléfonos móviles y consolas de videojuegos.
La causa de este terremoto en la cadena de suministro es clara: el cambio de prioridades de los fabricantes. Gigantes como Samsung, SK Hynix o Micron están desviando masivamente su capacidad de producción hacia las memorias de alto rendimiento (HBM) que demandan los centros de datos de IA.
Entrenar modelos como GPT-4 o Gemini requiere una potencia de cálculo y una velocidad de memoria descomunales, y las tecnológicas están dispuestas a pagar lo que sea para conseguir esos chips. El resultado es que la producción de memorias DDR convencionales, las que usan nuestros PC y móviles, ha pasado a un segundo plano.
Escasez y precios al alza para el consumidor
Esta dinámica de mercado anticipa un 2026 complicado para el bolsillo del consumidor. La escasez de oferta frente a una demanda estable provocará una subida generalizada de precios en la electrónica de consumo. Si pensabas renovar tu ordenador o comprar un nuevo smartphone, prepárate para pagar más por las mismas prestaciones. Es la inflación tecnológica, alimentada por una carrera armamentística digital en la que el usuario final es un mero espectador que financia la fiesta.
Además, esta dependencia crítica de unos pocos fabricantes asiáticos vuelve a poner de manifiesto la fragilidad de la cadena de suministro global. Europa y Estados Unidos intentan recuperar soberanía tecnológica con sus respectivas leyes de chips, pero la realidad es que seguimos a merced de los ciclos de producción de Corea del Sur y Taiwán.
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El mercado ha hablado: la prioridad es la IA. Y como en toda revolución industrial, hay ganadores y perdedores. En este caso, los ganadores son los fabricantes de chips y las ‘big tech’, y los perdedores, una vez más, los consumidores.












