Pedro Sánchez ha vuelto a recurrir a su frase habitual cada vez que un escándalo golpea al PSOE: “Yo asumo el error”. Pero esta vez, con el caso Salazar —uno de sus hombres de máxima confianza acusado de acoso sexual reiterado y protegido durante meses— la estrategia ya no funciona. La tormenta es demasiado grande y demasiadas piezas apuntan a un patrón evidente: cuando estalla un caso, Sánchez actúa; mientras tanto, mira hacia otro lado.
El presidente aprovechó los corrillos del Día de la Constitución para poner cara de contrición y cerrar filas ante una polémica que ya devora al partido por dentro. Cinco meses de denuncias no atendidas, víctimas desprotegidas dentro de la propia Moncloa y una cadena de silencios en Ferraz que nadie dentro del PSOE logra explicar.
El PSOE convoca reunión urgente por las denuncias de acoso contra Francisco Salazar
Cinco meses sin actuar y ahora “asume el error”
El relato oficial es que no hubo mala intención, que simplemente no hubo “celeridad”.
Pero los hechos son tozudos:
Las víctimas denunciaron.
Las denuncias no se atendieron durante cinco meses.
Salazar siguió en su puesto en Moncloa y Ferraz.
Las empleadas siguieron trabajando bajo su jerarquía.
El PSOE solo actuó cuando el escándalo salió a la luz.
Ahora, Sánchez asegura que “no hubo voluntad de ocultación”. Pero cuesta creerlo cuando el partido que presume de “feminista” toleró, durante medio año, que una figura clave del sanchismo mantuviera el poder mientras varias mujeres denunciaban comportamientos “repugnantes e intolerables”, en palabras del propio PSOE.
Catalá estalla contra el PSOE por el caso Salazar y exige honestidad al feminismo de quita y pon
Montero y Torró, señaladas internamente; Sánchez se lanza a salvarlas
La presión interna estaba escociendo en Ferraz.
Las miradas se dirigían hacia:
María Jesús Montero, vicesecretaria general.
Rebeca Torró, responsable de Organización.
Ambas bajo sospecha por no haber actuado antes.
Sánchez, en un gesto muy calculado, se ha colocado delante para absorber el golpe:
“La principal responsabilidad es mía”.
Un movimiento que ya conocemos: asumir la culpa… sin consecuencias.
El presidente asegura que siempre fue “contundente”, pero los casos lo contradicen
Sánchez ha vuelto a utilizar su mantra:
“Yo siempre he actuado con contundencia ante casos de acoso o corrupción.”
Pero su historial reciente le contradice:
Ábalos
Santos Cerdán
Francisco Salazar
Tres de sus hombres más cercanos, tres crisis de máxima gravedad, todas gestionadas con el mismo patrón:
primero silencio, después sorpresa, y finalmente “asumo el error”.
La crítica dentro del PSOE ya no es soterrada: hay quien habla de un problema estructural de tolerancia interna, siempre y cuando la persona señalada sea de la órbita presidencial.
“Nunca se dudó de las víctimas”, dice Sánchez. Pero los hechos dicen otra cosa
Si no se dudó de las denunciantes, ¿por qué nadie actuó en cinco meses?
Si el PSOE es “feminista”, como insiste Sánchez, ¿cómo pudieron quedar desprotegidas empleadas de la propia Moncloa bajo un acusado por acoso?
El presidente intenta sostener que el protocolo antiacoso funcionó “con autonomía”.
Pero aceptar esa versión implica creer que:
Nadie informó a la cúpula.
Nadie avisó de la gravedad.
Nadie preguntó qué estaba pasando.
Nadie vio problemas en mantener a Salazar en puestos clave.
Una explicación poco verosímil en una organización tan jerarquizada como el PSOE.
Un cierre en falso que no apaga el fuego
Sánchez cree que con la frase “asumo el error” el asunto queda superado.
Pero esta vez no es así.
El caso Salazar afecta a la Moncloa, a la cadena de mando del partido, a la coherencia del discurso feminista y a la credibilidad personal del presidente.
Y lo más grave: ha abierto grietas internas que ya no se pueden tapar con declaraciones.
El escándalo ha mostrado, una vez más, el talón de Aquiles del sanchismo: la reacción solo llega cuando la prensa o la opinión pública fuerzan la mano.








