Los nacionalistas vascos marcan distancias y ponen fecha de caducidad al apoyo a Sánchez ante el insoportable olor a podrido que emana de Ferraz
La historia política de España nos enseña una lección valiosa: las ratas son siempre las primeras en abandonar el barco cuando este empieza a hundirse. Y en el ecosistema parlamentario actual, ese papel de detector de naufragios lo suele bordar a la perfección el PNV. El partido liderado por Andoni Ortuzar ha lanzado hoy un aviso a navegantes que ha resonado con fuerza sísmica en los despachos de la Moncloa: existe una «línea roja». Si se acredita judicialmente que el PSOE está «inmerso» en una trama de corrupción sistémica, los nacionalistas vascos retirarán su apoyo parlamentario. Fin de la cita. Fin del Gobierno.
Esta advertencia no es un desliz ni una frase improvisada. El PNV es un partido pragmático, frío y calculador, con un olfato especial para detectar los cambios de ciclo político. Saben perfectamente que seguir atados al cadáver político del sanchismo puede pasarles una factura impagable en Euskadi, donde la amenaza de EH Bildu es cada vez más real y les pisa los talones en cada encuesta. Ortuzar está preparando meticulosamente el terreno para soltar lastre a tiempo, lavarse las manos y presentarse de nuevo ante su electorado como un partido «serio», «responsable» y alejado del fango de corrupción que ahoga al sanchismo.
Sánchez, acorralado y cada vez más solo
La corrupción ya no es un tema tabú ni siquiera entre los socios preferentes del Gobierno Frankenstein. Lo que antes eran cierres de filas inquebrantables y defensas apasionadas en la tribuna, ahora se han transformado en dudas razonables, matices lingüísticos y advertencias veladas. En el PNV saben leer los autos judiciales mejor que nadie. Saben que las investigaciones avanzan imparables y que lo que puede salir a la luz en los próximos meses —relacionado con el caso Koldo, el exministro Ábalos, los negocios de Begoña Gómez o el hermano del presidente— puede ser devastador para la credibilidad de cualquiera que siga aplaudiendo a Sánchez.
El PNV simplemente está poniéndose la venda antes de la herida. No quieren que el tsunami de porquería les salpique cuando explote definitivamente. Están construyendo su coartada para el día después: «Nosotros apoyamos la estabilidad, pero la corrupción es intolerable». Un clásico del cinismo político vasco que ya utilizaron para dejar caer a Mariano Rajoy apenas unos días después de aprobarle los presupuestos.
La debilidad absoluta del Ejecutivo
La situación de Pedro Sánchez es de una debilidad extrema. Su supervivencia política depende de unos socios que le miran con recelo, desconfianza y desprecio, y que ya están sacando la calculadora para ver cuándo les conviene más empujarle al abismo. La legislatura pende de un hilo muy fino, y ese hilo, hoy por hoy, lo tienen en Sabin Etxea.
Si el PNV cumple su amenaza —y la historia sugiere que no les tiembla el pulso a la hora de traicionar si les conviene—, los días de Pedro Sánchez en la Moncloa están contados. El «cambio de opinión» de los nacionalistas vascos sería la estocada final.
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El reloj de arena de Pedro Sánchez se está quedando sin granos. La cuenta atrás ha comenzado, y cuando el PNV empieza a hablar de corrupción en público, es señal inequívoca de que el final del régimen sanchista está mucho más cerca de lo que parece.












