Cada vez que Pedro Sánchez o su entorno se ven salpicados por un escándalo, algo que sucede con demasiada frecuencia, recurre al comodín de Franco. Su estrategia es simple: reducir el espectro político a una dicotomía maniquea: o conmigo o con el fascismo.
Esto le ha valido apodos como “el Profanador” o “el Sepulturero”, que reflejan la percepción de muchos: un líder con una obsesión insana por los muertos, más propia de un necrófilo que de un político.
Sin embargo, Sánchez no ha inventado esta táctica. Fue Zapatero quien, como precursor de tantas iniciativas cuestionables, abrió la puerta a la profanación de tumbas. A menudo evocaba a su abuelo, presentado como un mártir republicano, aunque la historia es más compleja: cambió de bando y de hecho participó en la represión de los mineros asturianos sublevados capitaneados por el PSOE y la UGT.
Reescribir el pasado para dominar el presente
La maniobra es clara: reescribir la historia con la pluma para ganar lo que se perdió con los rifles. España se reduce a dos bandos. Uno, heredero de una República mitificada como un periodo de democracia ejemplar —ignorando los excesos, como el asesinato de Calvo Sotelo, el pistolerismo, las checas o Paracuellos—. El otro, un amasijo de fascistas reaccionarios, supuestamente obsesionados con un pasado autoritario. El primer bando lo lidera el PSOE; el segundo engloba a cualquiera que no se pliegue a sus designios.
Pese a lo burdo, falaz y simplista de este planteamiento, funciona. Tras el descalabro electoral del 28 de mayo de 2023, Sánchez perdió las elecciones, pero logró mantenerse en el poder forjando una coalición de minorías tras convencer a la izquierda crítica de acudir a las urnas tapándose la nariz. La justificación para que el votante socialista aceptara alianzas tan controvertidas fue “frenar al franquismo”.
Sin embargo, este gobierno, sujeto con alfileres, es insostenible. La incapacidad para aprobar leyes o sacar adelante presupuestos lo demuestra. Además, apenas meses después de su investidura, estallaron escándalos concatenados: el caso Begoña, el caso Koldo, el caso Ábalos, el caso Hidrocarburos y el caso David Azagra, todos con un denominador común: Pedro Sánchez Castejón.
El Valle como símbolo de reconciliación
En este contexto, el PSOE vuelve a desenterrar a Franco, ahora para justificar la profanación del Valle de los Caídos. Antes de analizar la postura del PP, es crucial aclarar un punto: el Valle no es un monumento militarista a Franco. Es un conjunto monumental dedicado a la reconciliación nacional tras una guerra civil devastadora que enfrentó a hermanos, con antecedentes de polarización y revanchismo que resuenan en el presente.
El Partido Popular argumenta que defender el Valle es caer en la trampa de Sánchez, alimentando su narrativa de “o conmigo o contra mí” y proporcionándole una cortina de humo para desviar la atención de sus escándalos.
Esta tesis tiene un fallo: los escándalos del PSOE son constantes. Si esperamos un momento sin polémicas socialistas para librar la batalla cultural, seguiremos esperando eternamente. No defender el Valle es conceder por omisión que Sánchez tiene razón. Es aceptar tácitamente que quienes disentimos de él —algo fácil, dado su historial de “cambios de opinión”— somos herederos del franquismo y por lo tanto, nunca podríamos plantear nuestras propias ideas a debate entregando al PSOE la batuta de la política española.
Renunciar a la historia es perder el alma
Más grave aún, no defender el Valle es renunciar a nuestra historia. Si debemos demoler todo lo construido en periodos que hoy rechazamos, ¿habría que destruir el Acueducto de Segovia, erigido por invasores romanos, o la Catedral de Granada, vinculada a la Invasión Mahometana?
El Valle simboliza que, incluso tras el periodo más sangriento de nuestra historia reciente, fue posible cooperar para sanar heridas. Heridas que el socialismo, con leyes como la de Memoria Histórica o la de Memoria Democrática, insiste en reabrir para obtener réditos políticos. Si algo impide la reparación, frena el progreso como nación y nos ancla al pasado, es precisamente la izquierda española.









Lun 12 mayo 2025 @ 20:52
Con esculturas de un socialista, Juan de Ávalos, el ávalos bueno, con V. Bueno porque, aunque socialista, al menos tenía arte de verdad, no de robar y mentir, que es lo único del Torrente de Aliexpress.
Mar 27 mayo 2025 @ 05:52
Creo que hace ya bastante tiempo quedó claro que Feijoo (y todo el PP, incluyendo a Ayuso) representan la «cara B» de la Agenda 2030, la «cara B» del PSOE, el «socialismo azul».
Al PP no le importa en absoluto ni la democracia, ni la libertad de España y los españoles. Lo que le importa es sustituir al PSOE, cambiar para que nada cambie.
Este asunto del Valle de los Caídos por España (de TODOS los caídos por España, incluyendo ambos bandos) este asunto es la prueba definitiva del arrodillamiento del PP ante el tirano que nos gobierna matando libertades.