El terremoto interno en ERC vuelve a coger fuerza. Gabriel Rufián, convertido desde hace años en una figura mediática con vida propia, ha decidido desafiar abiertamente a Oriol Junqueras proponiendo una alianza electoral con la CUP y los Comuns. Una jugada que, según fuentes del partido, “nadie puede frenar” porque el poder real de Rufián ya no depende de ERC, sino de su enorme altavoz mediático.
Y aquí empieza todo: la fractura interna más incómoda de ERC en plena decadencia de la izquierda alternativa.
El origen del choque: Rufián, más cercano a la izquierda estatal que al nacionalismo catalán
ERC permitió durante años que Rufián acumulase poder gracias a su presencia en tertulias, redes sociales y platós. Pero lo que en un principio parecía un activo, hoy es un problema. Rufián entendió muy pronto que el procesismo nunca lo aceptaría como uno de los suyos. Su ADN político es más de izquierdas que independentista, así que decidió desarrollar toda su carrera en Madrid, lejos de la competencia interna.
El resultado es paradójico:
- Rufián es uno de los políticos más conocidos y queridos de España, especialmente entre el público de izquierdas.
- Y, al mismo tiempo, se ha convertido en la voz favorita de los sectores soberanistas alternativos, los mismos que ven a ERC como parte del “régimen”.
Desde esa posición de fuerza lleva años deslizando la idea de un frente plurinacional de todas las izquierdas estatales. Y ahora ya no se esconde.
ERC intenta frenarlo… pero no puede
El partido vive esta ofensiva con una mezcla de irritación, miedo y resignación. Incluso Junqueras ha terciado. Con su habitual tono pastoral, dijo que la propuesta de Rufián era “respetable, pero difícil de implementar”. Su argumento: solo tendría sentido en las elecciones europeas, donde la circunscripción es única.
Pero Rufián, fiel a su estilo, no acata limitaciones. En La Sexta volvió a insistir en que a la izquierda del PSOE “no hay nada” y que, si no se unen, “los matarán por separado”.
El veterano Joan Tardà, mentor de Rufián durante años, le dio apoyo público asegurando que esta es “la clave” y “el objetivo”. Una declaración que ha generado un profundo malestar en la dirección republicana.
Las heridas abiertas en la izquierda catalana
El problema del frente plurinacional no es solo la resistencia de ERC. Las izquierdas no se soportan entre sí.
- Podemos está en su guerra particular, cada vez más radicalizada y hostil con Sumar.
- La CUP siente un rechazo histórico hacia los Comuns, a quienes ve como “izquierda española disfrazada”.
- Los Comuns desconfían de cualquier alianza que los diluya justo cuando intentan recomponer su espacio.
En este contexto, la estrategia de Rufián se interpreta como una maniobra para seguir controlando el relato de la izquierda cuando su espacio político real se estrecha. Una huida hacia adelante, dicen algunos diputados republicanos, que le permite ser mediáticamente omnipresente y marcar agenda aunque no tenga estructuras territoriales propias.
Una izquierda que se une solo cuando está en decadencia
El análisis interno es devastador: los proyectos de confluencia aparecen solo cuando se pierde fuerza electoral. Es decir, si estuvieran fuertes, jamás se unirían.
Mientras tanto, el Govern arrastra escándalos como el de la DGAIA, que sigue deteriorando la imagen de ERC.
Y mientras ERC lucha contra su desgaste, Rufián refuerza su marca personal. Cada aparición mediática añade presión. Cada insinuación pública aumenta su distancia con la dirección. Y cada gesto de apoyo de Tardà o de sectores alternativos complica aún más la cohesión interna.
¿Se romperá ERC?
De momento, nadie lo plantea abiertamente. Pero en la cúpula del partido son conscientes de que, si Rufián decide dar un paso fuera, arrastra consigo un capital mediático que ERC no puede reemplazar. No es que tenga un aparato detrás: tiene una imagen, un personaje, un estilo que encaja con un público que ERC no logra retener.
Y esa es la mayor amenaza para Junqueras. No que se forme un frente plurinacional —hoy improbable—, sino que Rufián continúe imponiendo agenda desde fuera de la estructura del partido, debilitándolo desde dentro sin necesidad de abandonarlo.












