Este drama no es fruto de una combinación letal de políticas progresistas y del PP que han asfixiado al campo con regulaciones ambientales extremas
Galicia, que durante décadas ha sido el gran referente de la producción láctea en España, ha visto cómo el número de explotaciones ganaderas se ha desplomado un 50% en la última década.
Según los datos oficiales recogidos por La Gaceta, en 2014 existían más de 16.000 granjas dedicadas a la leche, mientras que en 2024 apenas superan las 8.000. Este drama no es fruto de la fatalidad, sino de una combinación letal de políticas progresistas y del PP que han asfixiado al campo con regulaciones ambientales extremas, imposiciones ideológicas y una agenda verde que prioriza los intereses urbanitas sobre la realidad rural.
Las normativas impulsadas por los gobiernos socialistas y sus socios nacionalistas y de extrema izquierda, con el apoyo necesario del PP, han convertido la actividad ganadera en una carrera de obstáculos imposible.
Exigencias medioambientales desproporcionadas, límites al uso de purines, restricciones al pastoreo y una presión fiscal que no entiende de márgenes ajustados han sido el cóctel perfecto para el cierre masivo de explotaciones familiares. A esto se suma la competencia desleal de importaciones lácteas de terceros países con estándares mucho más laxos, algo que Bruselas permite mientras castiga a los productores europeos con su obsesión climática.
La tibieza del PP
Frente a esta deriva, el Partido Popular ha mostrado una tibieza alarmante. Aunque gobierna en Galicia desde hace años, no ha sido capaz de plantarse con firmeza ante las imposiciones de Madrid y Bruselas, ni de defender con contundencia el modelo ganadero tradicional. Sus medidas han sido parches insuficientes que no han frenado la sangría de granjas ni han protegido a los ganaderos de la burocracia asfixiante.
Solo VOX ha alzado la voz sin complejos en defensa del sector primario. El partido liderado por Santiago Abascal propone la eliminación de trabas administrativas absurdas, la rebaja fiscal para los productores, el refuerzo de los controles a las importaciones desleales y la defensa sin ambages de la ganadería extensiva y familiar como pilar de la soberanía alimentaria y del equilibrio territorial.
VOX no se esconde: la España rural no puede seguir siendo el sacrificio ritual de las élites progresistas.
El futuro del campo gallego está en juego. Si no se revierte esta tendencia, no solo desaparecerán miles de empleos y un modo de vida ancestral, sino que España perderá una de sus principales bazas de producción alimentaria. Los ganaderos gallegos no piden subvenciones eternas: piden libertad para trabajar y respeto por su labor. Solo una política valiente, como la que defiende VOX, puede salvar al motor lácteo de España.








