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Greta Thunberg abandona la dirección de la flotilla a Gaza: el naufragio de una activista que ya no convence ni a los suyos

La mediática Greta Thunberg, icono del activismo climático y ahora convertida en agitadora pro-palestina, vuelve a ser noticia. Esta vez no por su capacidad de movilizar masas, sino por dejar la dirección de la flotilla a Gaza en plena travesía. El motivo: desacuerdos internos y luchas de egos dentro de la misión.

Según publicó el diario italiano Il Manifesto, Greta ha decidido abandonar el comité directivo de la Flotilla Global Sumud, la iniciativa que intenta romper el bloqueo israelí y llevar ayuda humanitaria a Gaza. Eso sí, se queda como «participante», en un rol mucho menos influyente. Una retirada a medio camino que deja en evidencia un hecho: Greta ya no convence ni a los suyos.

De icono juvenil a activista errante

La sueca que un día llenó plazas con su “Fridays for Future” parece cada vez más perdida. Tras estirar su marca personal hacia causas de todo tipo —del clima a la política internacional—, Thunberg ahora se ve atrapada en un batiburrillo de discursos, polémicas y divisiones internas.

Ella misma justificó su renuncia diciendo que la comunicación de la flotilla se centra “demasiado en asuntos internos y no lo suficiente en el genocidio”. Es decir: ni siquiera en su “gran cruzada” logra imponer su línea.

Una flotilla dividida y bajo sospecha

El proyecto, que zarpó desde Barcelona con activistas de más de 40 países —incluida Ada Colau o el nieto de Mandela—, acumula problemas:

  • Mal tiempo y retrasos que han frenado la misión.
  • Abandonos de activistas agotados por la presión física y mental.
  • Miedo a sabotajes y drones sobrevolando las embarcaciones.
  • Incidentes en Túnez, donde dos barcos ardieron; las autoridades hablaron de un cigarro, los activistas culparon a Israel.

A todo esto se suma la fragmentación interna, con deserciones y tensiones que terminan de dinamitar la cohesión del grupo.

Greta se baja del timón, pero sigue en la foto

La activista no ha abandonado el barco del todo: simplemente cambia de embarcación y de papel. Ya no figura en la junta directiva y se ha pasado al buque Alma, para seguir como “participante”.

En otras palabras: cuando hay que asumir responsabilidades, Greta desaparece de la dirección. Pero cuando toca hacerse la foto de la lucha “histórica”, ahí sigue presente. Una estrategia de bajo coste político para seguir en el escaparate sin arriesgarse demasiado.

Israel, la otra cara de la moneda

El Gobierno israelí ha calificado este tipo de iniciativas como “maniobras propagandísticas en apoyo a Hamás”. Una acusación que gana fuerza viendo la falta de objetivos claros, las contradicciones internas y el uso mediático de personajes como Thunberg.

En mayo, otra flotilla similar (Conscience) fue alcanzada por drones cerca de Malta. Y un mes después, la marina israelí confiscó un yate con bandera británica. Todo apunta a que la historia se repite: mucho ruido, poca eficacia y un alto riesgo de convertirse en puro teatro político internacional.

Greta pierde fuerza

Lo que debería ser una misión humanitaria se ha convertido en un escaparate de tensiones internas, teorías de conspiración y propaganda política. Y Greta Thunberg, lejos de liderar con claridad, firma un nuevo capítulo de incoherencia y pérdida de influencia.

La activista que un día representó a millones de jóvenes hoy es una figura que navega a la deriva, incapaz de mantener la confianza de sus propios compañeros de causa.

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