En los medios se repiten como mantras dos conceptos: “consenso” y “debate superado”. Temas como el aborto, el estado autonómico, el feminismo institucional o la Unión Europea son intocables. Cuestionarlos te convierte en un paria, un ultra, porque supuestamente son leyes grabadas en piedra. La inmigración entra en esa categoría: no se discute, no se duda. Nos dicen que acoger inmigrantes es necesario y positivo, que hubo un consenso histórico.
Pero esto tiene truco: nunca hubo tal debate, y mucho menos un acuerdo que incluyera a la sociedad. Solo hablaron los políticos de turno. Y si osas plantear preguntas, te topas con las palabras policía: “racista” y “xenófobo”. Etiquetas cargadas de veneno que nadie quiere llevar colgadas. Son el garrote para silenciar a quien piensa por sí mismo. Pero los trucos capciosos siempre esconden algo, hay quienes sacan beneficio. Otro día hablaremos del negocio de la trata moderna, del dumping laboral o del clientelismo electoral.
La inmigración es un problema, y sí, podemos generalizar. Generalizar no es totalizar: los colectivos no existen. No hay “migrantes” como bandada de pájaros ni “racializados” como ente homogéneo. Que haya marroquíes buenos es obvio, igual que hay españoles malos. Pero eso no borra la realidad, y la realidad es terca. El Estado del Bienestar actúa como imán, atrayendo a quienes no tienen intención de trabajar. No todas las culturas son iguales, por mucho que el relativismo moral lo niegue. Y los datos hablan por sí solos: los marroquíes están sobrerrepresentados en ciertos delitos.
Sánchez ha regularizado a 237.000 marroquíes. Tranquilos, vienen a “pagar nuestras pensiones”. En Cataluña, el 54,2% de ellos no trabaja. Comparemos: solo el 14,1% de los bolivianos y el 4,5% de los chinos están desempleados en la misma región. La narrativa progresista nos vende una dicotomía falsa: nacionales contra “migrantes”, blancos contra “racializados”. Opresores versus víctimas. Pero, ¿Qué tiene en común un jubilado alemán que viene a disfrutar del sol con un argelino viviendo de subsidios? ¿O un chino que regenta un bazar con un marroquí vendiendo droga? Nada.
Peor aún, bajo la bandera del multiculturalismo —otro “debate superado” que nos venden como riqueza— avanza el proceso de islamización. No es sólo cambiar Biblia por Corán, Jesús por Mahoma y el Vaticano por La Meca. Es el sometimiento, la intransigencia y la sharía.
Recordemos el Mundial de fútbol: España contra Marruecos. Los “tan integrados” marroquíes salieron a celebrar la victoria marroquí, a veces con disturbios. Con eso en mente pensemos: En España hay 8 millones de extranjeros; los marroquíes lideran el ranking, son más de un millón (sin contar a los que cambiaron su nacionalidad por la española y a los ilegales).
Si Marruecos decidiera anexionarse Ceuta y Melilla, como hizo con el Sáhara Occidental, ¿qué harían? Si solo el 10% se involucrara activamente —atropellos, incendios, sabotajes—, tendríamos una quinta columna de 150.000 personas. Solo el 10%.
Algunos defienden la inmigración legal frente a la ilegal. De acuerdo: devolución en caliente para quien entre sin permiso. Pero que algo sea legal no lo hace bueno. Legal o ilegal, la inmigración descontrolada es un problema gigantesco. Y cuanto más tardemos en enfrentarlo, más difícil será resolverlo.









Sáb 29 marzo 2025 @ 19:44
Como esto siga sí; en una década no les hará falta ni siquiera la violencia,»que también la hay». Solo adulterado en su momento el censo electoral, como se hizo en la región vasca con la sangrienta ETA, ya se puede uno imaginar toda la reacción de esas acciones.