La decisión de retirar a España de Eurovisión 2026, que se celebrará en la capital austriaca, ha desatado una tormenta diplomática y cultural
Israel, confirmado como participante por la Unión Europea de Radiodifusión (UER), ha arremetido con dureza contra el boicot español en Eurovisión, tildándolo de «vergonzoso» y «desgracia» para la música europea.
Mientras los eurofans lamentan la ausencia de una delegación española –tradicionalmente una de las más apasionadas y creativas–, voces críticas en Israel y la diáspora judía acusan al gobierno socialista de Pedro Sánchez de ceder a un fanatismo ideológico pro-palestino que prioriza la política sobre la alegría compartida.
El detonante fue la votación de la 95ª Asamblea General de la UER el pasado 4 de diciembre, que avaló la participación de Israel con 738 votos a favor, frente a 264 en contra y 120 abstenciones.
Reformas como la reducción del televoto, la reinstauración de jurados expertos y medidas antifraude fueron aprobadas para garantizar neutralidad. Sin embargo, RTVE, bajo presión del ala izquierdista del Ejecutivo, anunció su retirada inmediata, uniéndose a Países Bajos, Eslovenia e Irlanda. «Orgullosa de que RTVE anteponga los derechos humanos», tuiteó la vicepresidenta Yolanda Díaz en Bluesky, aludiendo al conflicto en Gaza como justificación para «no blanquear el genocidio».
La eurodiputada Irene Montero, de Podemos, celebró el paso como un «mensaje poderosísimo» para «parar el genocidio», instando incluso a romper relaciones con Israel.
España, una vergüenza
Desde Jerusalén, la respuesta fue fulminante. El ministro de Exteriores, Gideon Sa’ar, escribió en X: «Me avergüenza que países boicoteen un concurso musical como Eurovisión por la participación de Israel. La desgracia recae sobre ellos».
El presidente Isaac Herzog, por su parte, defendió la presencia israelí como un derecho a «estar representados en todos los escenarios del mundo», apelando al «entendimiento cultural transfronterizo».
Estas declaraciones no son solo diplomáticas: reflejan una indignación profunda ante lo que Israel percibe como hipocresía. ¿Cómo puede un festival que celebra la diversidad excluir a un país por motivos políticos, mientras ignora violaciones en otros escenarios?
Puritanismo ideológico de España
Críticos israelíes, como el analista cultural Yossi Klein, han calificado la decisión de RTVE y España como «un acto de puritanismo ideológico que traiciona el espíritu de Eurovisión, nacido de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial para unir, no dividir».
La crítica se extiende al fanatismo pro-palestino que, según detractores, ha infiltrado las instituciones culturales españolas. «Los socialistas convierten RTVE en un altavoz de Hamás, sacrificando el orgullo nacional por votos radicales», declaró Cuca Gamarra, portavoz del PP, en una rueda de prensa. «España, cuna de artistas como Rosalía o Mónica Naranjo, merecía brillar en Viena, no esconderse tras excusas morales selectivas».
Salvemos Eurovisión
Desde la comunidad judía en España, la Federación de Comunidades Judías condenó el boicot como «antisemitismo disfrazado de progresismo», recordando que Israel ha ganado Eurovisión cuatro veces con canciones de paz y esperanza. Incluso en redes, eurofans españoles claman: «#SalvemosEurovisiónES: RTVE nos roba el sueño vienés por política barata».
El impacto en los fans es devastador. Eurovisión 2026, con semifinales el 12 y 14 de mayo y final el 16 en el Wiener Stadthalle, prometía ser un oasis de glitter y melodías tras el triunfo austriaco de 2025.
La ausencia de España dejará un vacío en las apuestas y en el espectáculo. Pero la ORF, anfitriona, celebró la inclusión de Israel: «Fomentamos el diálogo cultural, no rompemos puentes», dijo su director Roland Weissmann.
Este escándalo expone las grietas en la UER: ¿puede la música sobrevivir a la geopolítica? Mientras Israel prepara su entrada con orgullo, los eurofans españoles se sienten traicionados. La decisión socialista no solo aísla a España, sino que priva al continente de su pasión.








