La formación patriota y soberanista alemana sería primera fuerza en las elecciones generales
Seis meses después de asumir el poder, la coalición formada por la Unión Cristianodemócrata (CDU), la Unión Socialcristiana (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) atraviesa su mayor crisis desde su conformación. Lo que inicialmente se presentó como un Ejecutivo de estabilidad y consenso se ha convertido en un gobierno fragmentado, con constantes tensiones internas y un desgaste que amenaza con marcar toda la legislatura.
El canciller Friedrich Merz se enfrenta a una creciente desaprobación ciudadana y a encuestas en caída libre. La coalición, producto de largas negociaciones, buscaba equilibrar firmeza económica con cohesión social, pero ha dado lugar a un Ejecutivo pesado y poco efectivo, incapaz de ofrecer una dirección clara. Incluso los primeros logros internacionales de Merz no han logrado mejorar su popularidad dentro del país.
Tropiezos internos que debilitan al Gobierno
En política exterior, Merz buscó proyectar liderazgo y autoridad. Sin embargo, en el ámbito interno, los errores se han acumulado: el fracaso en la reducción del impuesto eléctrico, los bloqueos en la selección de jueces del Tribunal Constitucional, la división por la reforma del Bürgergeld (subsidio a desempleados) y el desorden en la nueva ley de pensiones evidencian la fragilidad del Ejecutivo.
Pese a los esfuerzos del Gobierno, los sondeos reflejan un panorama preocupante. Según la encuesta de Forsa, la coalición apenas alcanzaría el 40% de intención de voto, y solo uno de cada cuatro ciudadanos aprueba la gestión del canciller.
La gran coalición: ¿su propio obstáculo?
Para expertos en política alemana, la coalición se ha convertido en un freno para sí misma. Cada iniciativa se ve diluida en negociaciones interminables, mientras la CDU teme que su alianza con los socialdemócratas comprometa su credibilidad fiscal. Por su parte, la base del SPD acusa a su liderazgo de ceder en temas sociales y migratorios. El resultado: un Gobierno desconectado de la ciudadanía, mientras la oposición capitaliza cada fallo.
AfD: el gran beneficiado
El partido Alternativa para Alemania (AfD) ha salido reforzado de esta crisis. Su discurso de orden, soberanía y autoridad conecta con los ciudadanos que perciben un Berlín fuera de control. En varios estados del este, AfD lidera las encuestas y a nivel nacional empata con la CDU en intención de voto. Según sus declaraciones, la coalición de Merz sería una “alianza de izquierdas disfrazada de centro” y la verdadera oposición estaría fuera del Gobierno.
Incluso dentro de la CDU, algunos dirigentes regionales cuestionan la relación con AfD y el llamado “cordón sanitario” impuesto por Berlín. Merz insiste en que su partido seguirá siendo “la barrera democrática frente al extremismo”, pero sus vacilaciones en políticas migratorias han acercado el debate a posiciones que antes rechazaba.
Un semestre crucial para la coalición
Con cinco elecciones regionales próximas y una economía estancada, la coalición encara un periodo decisivo. La agenda incluye inversiones en infraestructura y una reforma fiscal que parece difícil de implementar en un Ejecutivo tan dividido. En la práctica, el Gobierno de Merz ha pasado de prometer un nuevo impulso a limitarse a sobrevivir. Si la tendencia no se revierte, los próximos meses podrían convertirse más en una cuenta atrás que en un proyecto de gobierno sólido.








