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La juventud española se empobrece: sólo 3 de cada 10 menores de 35 años tienen vivienda propia

Mientras el patrimonio de los mayores de 65 años se ha mantenido e incluso aumentado

Durante los últimos 20 años, los jóvenes en España han experimentado un alarmante deterioro económico. Según el informe Radiografía de la evolución del patrimonio de los hogares españoles, elaborado por el Observatorio del Ahorro de la Fundación Mutualidad y citado por The Objective, los hogares liderados por menores de 35 años han perdido el 75% de su riqueza bruta desde 2002.

Desigualdad generacional: los mayores ganan, los jóvenes pierden

Mientras los jóvenes pierden patrimonio, los mayores de 65 años no solo lo mantienen, sino que incluso lo aumentan. Este fenómeno ha ampliado la brecha generacional, generando una situación sin precedentes de desigualdad económica entre generaciones en España.

En el grupo de edad entre 35 y 44 años, la pérdida de riqueza también es notable, aunque más moderada, con una caída del 15%.

Acceder a una vivienda: un sueño inalcanzable para los menores de 35

Uno de los factores clave en esta pérdida de riqueza es la dificultad de acceso a la vivienda para los jóvenes. A principios de los 2000, más del 70% de los menores de 35 años eran propietarios. Hoy, esa cifra apenas alcanza el 30%.

En generaciones anteriores, adquirir una vivienda era casi una norma, con tasas de propiedad superiores al 80%. En cambio, los jóvenes actuales enfrentan precios inmobiliarios desorbitados, sueldos bajos y empleos inestables, lo que les obliga a vivir de alquiler o seguir en casa de sus padres.

Esto ha provocado una grave descapitalización de los jóvenes, ya que quienes no logran comprar vivienda dependen de ahorros limitados o activos financieros de bajo valor, mientras que quienes sí compran concentran toda su riqueza en un único activo.

Menores ingresos y mayor precariedad laboral

El poder adquisitivo de los menores de 30 años también ha sufrido un fuerte retroceso. En términos reales, hoy ganan 500 euros menos al año que en 2008. Entonces, el ingreso medio anual de los jóvenes de entre 16 y 29 años rondaba los 14.000 euros; hoy apenas llega a los 13.500.

En contraste, los mayores de 65 años han visto crecer sus ingresos en ese mismo periodo. El informe señala que desde la crisis financiera de 2008, la riqueza neta de los jóvenes ha caído de forma constante, mientras que los grupos de más edad se han beneficiado de una recuperación sostenida.

El patrimonio inmobiliario sigue siendo clave… pero inaccesible para los jóvenes

Según el estudio Evolución de la Riqueza de las Familias en España (2002–2022) de Fedea, el 80% de la riqueza familiar sigue concentrada en bienes inmuebles. Aunque la crisis de 2008 provocó una caída del 20,5% en el valor de la vivienda, desde entonces el mercado ha subido un 66%, beneficiando especialmente a las generaciones mayores.

Los baby boomers y los primeros miembros de la Generación X accedieron a la vivienda con precios asequibles, hipotecas accesibles y trabajos estables. En cambio, los millennials enfrentan un panorama completamente diferente: precios altísimos, empleo precario y condiciones de crédito restrictivas.

En 2008, el 65% de los hogares con cabezas de familia menores de 35 años eran propietarios; en 2022, esa cifra cayó por debajo del 40%. Entre los mayores de 65 años, la tasa supera el 90%.

Deuda elevada y escasa diversificación financiera

Otra señal de vulnerabilidad económica es el alto nivel de endeudamiento juvenil. En 2017, casi el 49% de los menores de 35 años estaba endeudado, principalmente a través de hipotecas. Aunque esta cifra se ha reducido al 30% en 2022, sigue siendo elevada en comparación con generaciones anteriores.

Por el contrario, los mayores no sólo tienen menos deudas, sino que disponen de carteras de inversión más diversificadas y estables.

Un futuro incierto: la brecha patrimonial se consolida

Los expertos de Fedea alertan de que esta situación está creando una brecha patrimonial hereditaria, donde el acceso al ahorro y la inversión queda restringido a quienes ya parten con una ventaja familiar. La consecuencia es una movilidad social bloqueada y un modelo económico que, lejos de corregir las desigualdades, tiende a perpetuarlas.

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