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La revista Science desmonta su propio mito climático sobre una catástrofe climática en 2030

Se trata de otro golpe mortal al fanatismo alarmista: los niveles del mar suben a un ritmo tan lento que Manhattan sigue en pie

Se trata de un espectacular giro que debería hacer sonrojar a los profetas del fin del mundo y del apocalipsis. Hablamos de la prestigiosa revista Science que ha retractado un estudio que hace apenas unos meses aterrorizaba a la humanidad con visiones de «daños climáticos catastróficos«. Bienvenidos a la catástrofe mundial e irremediable.

Alertaba de que el calentamiento global provocaría hambrunas masivas, extinciones en cadena y colapsos ecosistémicos irreversibles para 2030. Pero, como tantos otros dogmas del alarmismo climático, se ha desmoronado bajo el escrutinio real de la ciencia. No por capricho, sino por errores garrafales que demuestran lo frágil que es esta fe verde cuando se somete a mentes críticas.

El estudio en cuestión, liderado por un equipo de «expertos» (los de Sánchez) financiados por fundaciones ecológicas de dudosa neutralidad, se basaba en modelos predictivos que exageraban el impacto del CO2 en la agricultura global. La catástrofe estaba servida. Casi el fin del mundo en 2030.

Predijeron que el 40% de los cultivos mundiales fallarían en la próxima década, condenando a miles de millones a la miseria. Un horror digno de Hollywood, pero con cero base en la realidad.

Imprecisiones graves

La retractación, anunciada la pasada semana en un comunicado oficial de Science, se debe a «imprecisiones graves en los datos subyacentes«, particularmente en las mediciones de suelo y temperaturas en regiones como Uzbekistán y el Sahel.

Fuentes internas revelan que los autores manipularon series temporales para inflar tendencias de desertificación, ignorando evidencias contradictorias de satélites y observaciones locales que muestran, en realidad, una greening –un reverdecimiento– de esas zonas gracias al CO2 como fertilizante natural.

Esto no es un error aislado; es el enésimo clavo en el ataúd del catastrofismo climático, esa religión pagana que adora a la Madre Tierra mientras sacrifica la economía y la libertad individual en su altar.

El Ártico no se ha derretido, como decían en los 70

Recuerden el «consenso» del IPCC, que ha fallado en cada predicción apocalíptica desde los años 70: el Ártico no se ha derretido, las tormentas no son más feroces, y los niveles del mar suben a un ritmo tan lento que Manhattan sigue en pie. El alarmismo no es ciencia; es propaganda para aborregados que prefieren el pánico a los hechos. Y a vivir del cuento y la catástrofe.

Quienes lo promueven son políticos verdes, ONGs millonarias y activistas de redes sociales. Pero ninguno de ellos buscan soluciones. Todo está basado en el control: impuestos absurdos sobre el carbono, restricciones a la ganadería y un retroceso a la era preindustrial que solo beneficia a élites globalistas.

Un soplo de cordura

Expertos independientes, como el climatólogo Patrick Moore, cofundador de Greenpeace que abandonó el barco cuando se volvió ideológico, aplauden esta retractación como «un soplo de cordura». «Estos estudios no pasan el filtro de la crítica racional; son cuentos para dormir a los crédulos», declara Moore en un tuit reciente.

Y tiene razón: la verdadera ciencia celebra el progreso humano, no lo demoniza. Mientras el mundo real avanza con innovaciones como la nuclear y la agricultura de precisión, que han multiplicado la producción de alimentos pese a cualquier variación climática natural, los fanáticos verdes siguen vendiendo miedo para llenar sus arcas.

Esta retractación debería ser el catalizador para una purga en el establishment climático. Basta de subsidiar pseudociencia con dinero público. Es hora de que las mentes despiertas –esos escépticos que leen más allá de los titulares sensacionalistas– tomen las riendas.

El cambio climático como reconocen los expertos (no fanáticos) existe, sí, pero es cíclico, moderado y manejable con ingenio humano, no con sacrificios rituales a diosas ecológicas. Despierta, mundo: el apocalipsis, la catástrofe mundial para 2030 era solo otro bulo verde.

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