El ministro nos regala una ‘rectificación muda’ y anuncia un blindaje extraordinario para la campaña de Navidad en nuestro país
Tras meses de negacionismo, el ministro Marlaska es plenamente consciente de la amenaza yihadista, aunque se niegue a verbalizarla…
La gestión del Ministerio del Interior ha dado un nuevo giro copernicano que evidencia la falta de rumbo de Fernando Grande-Marlaska. Tras semanas minimizando incidentes y negándose a catalogar como terrorismo los recientes ataques sufridos en suelo español, Interior ha anunciado ahora un blindaje extraordinario para la campaña de Navidad.
Pero este movimiento, lejos de transmitir tranquilidad, confirma lo que muchos temían: el ministro es plenamente consciente de la amenaza yihadista, aunque se niegue a verbalizarla ante la opinión pública.
La noticia publicada por ABC, que detalla el refuerzo de la seguridad tras el último ataque, actúa como una enmienda a la totalidad de la propia política de comunicación de Marlaska.
¿Cómo se justifica un despliegue policial de emergencia ante una amenaza que, según la narrativa oficial del Ministerio, apenas existía o eran «hechos aislados«? La respuesta es el cinismo institucional.
Marlaska ha optado por la «huida hacia adelante«. Incapaz de admitir su error de cálculo y la gravedad de los sucesos previos, prefiere saturar las calles de agentes —muchos de ellos agotados y sin los medios adecuados— para salvar la cara durante las fiestas. Es una gestión reactiva, no preventiva.
El ministro actúa a remolque de la realidad, movido más por el miedo a un titular catastrófico que por una estrategia de seguridad honesta y transparente.
El peligro latente del yihadismo en España
Este refuerzo navideño es, en la práctica, una confesión de parte. Al elevar la alerta y la presencia policial, Marlaska admite implícitamente que el yihadismo es un peligro latente y activo en España, contradiciendo sus propios silencios de las últimas semanas. Sin embargo, los ciudadanos siguen sin recibir explicaciones claras.
La seguridad de España no puede depender de los vaivenes anímicos ni de los intereses partidistas de su ministro del Interior. Blindar la Navidad es necesario, sí, pero hacerlo tras haber intentado ocultar la realidad es una maniobra de distracción que erosiona la credibilidad de las instituciones encargadas de protegernos.












