La compañía de Sam Altman planea trascender el chatbot y construir una plataforma con aplicaciones propias, amenazando la hegemonía de las ‘big tech’ tradicionales
La ambición de OpenAI no tiene límites. Si pensábamos que ChatGPT se conformaría con ser el asistente virtual más avanzado del mundo, estábamos muy equivocados. Los planes de Sam Altman van mucho más allá: transformar su IA generativa en un auténtico sistema operativo. El objetivo es crear una plataforma integral donde los usuarios no solo conversen, sino que ejecuten tareas complejas, utilicen aplicaciones de terceros y gestionen su vida digital sin salir del ecosistema de OpenAI.
Este movimiento estratégico supone una declaración de guerra directa a los actuales dominadores del software mundial: Apple, Google y su propio socio inversor, Microsoft. Si ChatGPT se convierte en la interfaz principal a través de la cual interactuamos con la tecnología, el concepto tradicional de sistema operativo (Windows, iOS, Android) y de tienda de aplicaciones podría quedar obsoleto. Estamos ante un cambio de paradigma: de la interfaz gráfica de usuario a la interfaz conversacional y de agentes autónomos.
La plataforma total
La idea es que ChatGPT actúe como un orquestador universal. Imagina pedirle que reserve un viaje, y que la IA no solo te dé información, sino que interactúe con la app de la aerolínea, reserve el hotel, añada las fechas al calendario y envíe los billetes a tu correo, todo de forma autónoma. Esto convierte a ChatGPT en una «superapp» o, de facto, en un sistema operativo sobre la nube. Los desarrolladores ya no crearían apps para iPhone o Android, sino «GPTs» o extensiones para el ecosistema de OpenAI.
Este cambio de modelo de negocio es arriesgado pero potencialmente revolucionario. Desplaza el valor desde el dispositivo (hardware) hacia la inteligencia (software). Y pone en jaque el modelo de «jardín vallado» de Apple, que basa su dominio en el control férreo de la App Store.
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