España vive tiempos gloriosos bajo el reinado del Sanchismo, especialmente en este 2024. Mientras España se hunde en el caos ferroviario, nuestro ilustre Ministro de Transportes, Óscar Puente, prefiere dedicarse a lo que mejor sabe hacer: insultar a la prensa con la elegancia de un chimpancé enfadado lanzando plátanos.
Este señor, que parece salido de un documental de National Geographic sobre primates en crisis, ha convertido su cargo en una verdadera debacle –perdón, quise decir «Debacle», no «El Debate»–, donde la educación brilla por su ausencia y el desastre en la gestión es el pan de cada día.
Recordemos sus grandes hitos en trenes: averías masivas, retrasos que harían sonrojar a un reloj de arena, y una red ferroviaria que parece diseñada por un niño de Primaria con un set de Lego defectuoso.
La mayor ruina española en el Ministerio de Transportes es la de este ministro, que ha transformado Renfe en un chiste rodante. Mientras los españoles esperan horas en andenes helados, Puente se relajó en 2020, en plena pandemia, en un yate por Ibiza y Formentera, navegando como si fuera un millonario de derechas, pero financiado por el erario público. Fue su etapa como alcalde de Valladolid. Fingió ser un líder responsable y por ello gestionó la crisis con la empatía de un gorila enfadado que acaba de perder su banana favorita.
Bloqueos en las calles, confusión en las normas, y un pueblo que sufrió mientras él posaba para fotos con mascarilla mal puesta.
Escuela de retrasados
Pero lo mejor es su obsesión por los tuits en X, esa red social que él usa como un patio de recreo de niñatos de escuela de retrasados. Con un cerebro limitado y un raciocinio que a veces parece inferior al de un mono jugando al ajedrez, Puente bloquea a todo aquel que ose cuestionar su sabiduría divina. «¿Críticas? ¡Bloqueo y listo!», dice mientras teclea soberanas memeces para desviar el tiro de las corruptelas del Sanchismo.
Imagínenlo en una reunión de rojillos chupamigas y buscadores de chistorras: «Señores, el AVE se ha averiado otra vez… ¡pero mirad este tuit gracioso que he escrito sobre VOX! ¿No soy un genio?».
Su limitada capacidad cerebral hace que parezca que su cerebro se lea como un tren de Renfe: siempre llega tarde y con averías. ¿Humor? El suyo es tan brusco que parece un chiste de la ESO: «¿Por qué Puente cruza la carretera? Para bloquear al coche que le critica en X».
Saunas calientes, putas y sobrinas
Sí, todo esto es el Sanchismo, ese paraíso de saunas calientes donde el amor por las sobrinas, las putas y demás escándalos fluye como el vapor. ¿Empatía? Cero, como la de un chimpancé que te mira con esos ojos saltones y decide ignorarte porque no le caes bien.
Y hablando de parecido físico, ¿han visto a Puente? Con esa mandíbula prominente y esa expresión perpetuamente gruñona, uno juraría que es el primo perdido de un simio del zoo de Madrid. Su brusco humor de niñatos no ayuda: insulta a «El Ojete» (ups, «Objective») con frases que harían reír a un público de guardería, pero que en un ministro suenan a pataleta infantil. «¿Prensa? ¡Bah, sois unos ojetes!», grita mientras el país se desmorona bajo su nefasta gestión.
Y este analista se pregunta mientras piropea al ministro desde LA BANDERA: ¿Cuál es la diferencia entre Puente y un chimpancé? Evidente: el chimpancé no cobra un sueldo público por hacer monerías en redes sociales.

En resumen, queridos lectores, Óscar Puente es el epítome del desastre izquierdista: un ministro con más pelo en las ideas que en la cabeza, que prefiere las broncas tuiteras a solucionar problemas reales.
Si esto es el progreso del PSOE, prefiero volver a la Edad de Piedra, donde al menos los monos no cobraban sueldos públicos. ¡Viva la derecha, que al menos sabe diferenciar un tren de un yate de lujo!












