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El “orgullo migrante” llega al Ayuntamiento: Pisarello inicia su carrera por la alcaldía

Gerard Pisarello / Diari Ara

El anuncio, realizado en un acto de fuerte carga simbólica y acompañado por referentes del espacio de la izquierda alternativa, confirma una tendencia ya conocida en la política municipal de los comunes: la sustitución del debate sobre políticas públicas por un relato ideológico que prioriza la biografía personal y la confrontación cultural.

Una candidatura construida desde el simbolismo

Pisarello, nacido en Argentina y con una larga trayectoria en los círculos de la izquierda política y académica, no es un recién llegado a la vida pública. Ha sido diputado, teniente de alcalde y una de las figuras más influyentes del entorno de Ada Colau. Sin embargo, su salto a la carrera por la alcaldía no viene acompañado, por ahora, de un proyecto claro para una ciudad que arrastra problemas estructurales graves.

En lugar de hablar de seguridad, vivienda, movilidad, presión turística o degradación del espacio público, el candidato ha optado por un discurso centrado en la identidad, en la lucha contra una supuesta “ola reaccionaria” y en la construcción de frentes ideológicos amplios. El mensaje es claro: la campaña no girará en torno a la gestión, sino al posicionamiento político.

¿Qué Barcelona propone Pisarello?

Barcelona atraviesa una etapa compleja. Los vecinos reclaman mayor seguridad, soluciones reales al encarecimiento del alquiler, una gestión eficaz del turismo y un modelo económico que no expulse a la clase media ni a los jóvenes. Son retos que exigen liderazgo, planificación y capacidad ejecutiva.

Sin embargo, en el discurso de Pisarello estos asuntos quedan diluidos bajo consignas generales y referencias abstractas al “cambio”, la “resistencia” y la “transformación”. La ausencia de propuestas concretas contrasta con la claridad con la que se articula el relato ideológico.

La pregunta resulta inevitable:
¿aspira Pisarello a gobernar Barcelona o a convertirla en un símbolo político?

La política identitaria como estrategia

Reivindicar el origen personal como eje central de una candidatura no es un gesto inocente. Forma parte de una estrategia cada vez más presente en determinados sectores de la izquierda: sustituir el debate sobre resultados por el debate sobre identidades. El riesgo de este enfoque es evidente: fragmenta a la sociedad, reduce la política a etiquetas y desplaza el foco de lo verdaderamente importante.

Barcelona es una ciudad abierta, plural y diversa desde hace décadas. Pero esa diversidad ha sido históricamente una consecuencia de su dinamismo económico y cultural, no un eslogan electoral. Convertirla en una herramienta de confrontación política supone un cambio profundo en la forma de entender la representación pública.

El legado de Colau y la continuidad del modelo

La candidatura de Pisarello no se entiende sin el legado de Ada Colau. Ambos comparten una misma visión ideológica y un mismo estilo político. La diferencia es que, tras años de gobierno municipal de los comunes, los resultados están a la vista y el desgaste es evidente.

Persistir en el mismo marco discursivo, ahora reforzado con una narrativa identitaria, plantea dudas razonables sobre la capacidad de renovación real del proyecto. Más que una alternativa, la candidatura de Pisarello parece una continuidad agravada.

Una ciudad que pide soluciones, no consignas

Barcelona no necesita gestos simbólicos ni discursos grandilocuentes. Necesita orden, seguridad jurídica, políticas de vivienda eficaces y una gestión que piense en los vecinos antes que en la batalla ideológica permanente.

La entrada de Pisarello en la carrera por la alcaldía confirma que una parte de la izquierda sigue apostando por la confrontación cultural como eje central de su proyecto político. Corresponderá a los barceloneses decidir si quieren un alcalde centrado en identidades o un gestor centrado en la ciudad.

Porque, al final, la alcaldía no debería ser un altavoz ideológico, sino una responsabilidad de gobierno.

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