Aunque la ‘coalición Frankenstein’ con el socialismo tiene mayoría parlamentaria, al menos 18 diputados votaron en contra
En plena polémica de la deriva totalitaria del Alemania vía ilegalización arbitraria del partido patriota AfD, el líder democristiano alemán, Friedrich Merz, sufrió un inesperado batacazo al no lograr la mayoría necesaria en el Parlamento alemán para convertirse en canciller.
Se esperaba que Merz, de 69 años, resultara electo y visitara después al presidente Frank-Walter Steinmeier para jurar el cargo, e incluso su predecesora, Angela Merkel, acudió al Bundestag para presenciar el momento.
Sin embargo, la investidura finalmente degeneró en un espantoso ridículo: el fracaso en la primera votación se considera un hecho sin precedentes en la historia reciente de Alemania y no ocurre desde 1949.
18 diputados de la ‘coalición Frankenstein’ con la centroizquierda votaron en contra
Aunque necesitaba 316 votos en una cámara de 630 escaños, solo obtuvo 310, un golpe significativo para el dirigente democristiano, apenas dos meses y medio después de su victoria en las elecciones federales.
Pese a que su coalición con el centroizquierda posee mayoría parlamentaria, al menos 18 diputados que se preveía que lo apoyarían decidieron no hacerlo.
El Parlamento alemán dispone ahora de un plazo de 14 días para elegir nuevamente a Merz u otro candidato. La constitución alemana no establece un número límite de votaciones; sin embargo, si no se alcanza una mayoría absoluta, existe la posibilidad de que un candidato sea nombrado canciller con mayoría simple.
Humillación al candidato conservador por la nula fiabilidad de sus socios socialistas
Analistas políticos califican la derrota de Merz como una humillación, probablemente provocada por miembros del Partido Socialdemócrata (SPD), a pesar de haber firmado un acuerdo de coalición con los conservadores tan solo el lunes. Dentro del SPD existen sectores que rechazan la alianza, lo que podría explicar parte del boicot interno.
BBC recoge que el fracaso de Merz representa un hito negativo, ya que ningún candidato había perdido una votación inicial para la cancillería desde la posguerra. Este tropiezo debilita su imagen como alternativa sólida al anterior gobierno, marcado por la fragmentación y la falta de liderazgo antes de su colapso a finales del año pasado.








